El inversor avezado sabe sortear estas emboscadas de los mercados porque no sólo se fija en si sube o si baja la Bolsa, bucea un poco más en otras referencias. Bien en los mismos indicadores bursátiles, bien en la evolución de otros activos, que dan muchas pistas sobre la confianza que los inversores (sobre todo los grandes) tienen en las subidas bursátiles. Éstos son algunos de ellos:
1. Volumen negociado en Bolsa: una subida bursátil con poco volumen no es muy de fiar. Avisa de que no hay muchos inversores operando, es decir, que el avance se ha producido sin demasiada convicción por parte de los operadores y, seguramente, sin que los más grandes actuasen para favorecerla. Además, la escasez de volumen negociado amplifica los movimientos tanto al alza como a la baja. Si se produce una subida muy explosiva, conviene echar un ojo al dinero que se ha movido en el parqué, en busca de pistas sobre su sostenibilidad.
2. Los indicadores de volatilidad. El más conocido de todos es el Vix, que mide la volatilidad del mercado estadounidense de opciones. Un Vix alto se correlaciona con caídas en el S&P, mientras que un Vix bajo suele acompañar a un mercado alcista. Ello se debe a que cuando los inversores esperan que la Bolsa baje, compran opciones de venta (put) para protegerse de esos descensos, mientras que cuando auguran avances bursátiles, no ven la necesidad de cubrir sus posiciones.
Hay analistas que consideran que en momentos de inseguridades económicas hay que prevenirse cuando el Vix cae mucho y cotiza en mínimos (como ocurre en la situación actual), por la teoría de la reversión a la media: todo indicador tiende a volver a su media histórica. Bien, pues ahora el índice Vix cotiza en los 13,70, mínimos desde el año 2007.
3. Las posiciones cortas. Los inversores no sólo apuestan a la baja por un valor (o se protegen de la posibilidad de su descenso) comprando opciones de venta. También adoptan posiciones cortas, es decir, también piden prestados valores para venderlos. Analizar su evolución es una pista inestimable sobre la opinión que los inversores tienen sobre la futura marcha de una determinada Bolsa. Ahora, este termómetro está un poco distorsionado y, por ello, no es 100% fiable: las autoridades regulatorias, en situaciones extremas, intervienen y prohiben o limitan este tipo de operativa.
4. Deuda pública alemana. Se ha convertido en el gran refugio para protegerse de las turbulencias del mercado. Por eso, el precio de los bonos germanos ha subido a máximos, mientras que sus rentabilidades se encuentran en mínimos históricos en todos los plazos. En algunas sesiones hemos visto cómo la Bolsa subía mientras el precio de los bonos alemanes también se elevaba y caían las rentabilidades. Se trata de un fenómeno extraño que no se produce en condiciones normales. Por eso, es síntoma de que los inversores no se fían de los activos de riesgo y de que las subidas bursátiles podrían no ser sostenibles. Siguen comprando deuda pública alemana renunciando con ello a obtener una mínima rentabilidad. Y lo hemos visto esta misma semana: las subidas de las Bolsas han convivido con una subasta de deuda pública alemana a corto plazo a tipos negativos.
Los inversores han diversificado sus apuestas sin riesgo. Y, por eso, no sólo Alemania disfruta de costes de financiación irrisorios. El inversor, para comprobar el sentimiento del mercado, podría echar un vistazo a la evolución de la deuda a corto plazo, a dos años, por ejemplo, de Suiza, Dinamarca, Finlandia y Austria. En estos momentos, dan rentabilidades negativas en el mercado secundario. Mientras esto siga ocurriendo, la Bolsa no podrá subir con decisión y de manera sostenible.
5. El contraste entre la rentabilidad por dividendo y el rendimiento de la deuda. En circunstancias normales, un interés de la deuda superior a la rentabilidad por dividendo de las acciones se interpreta como un síntoma de que las acciones van a comenzar a subir, porque los inversores comenzarán a ver más atractivo en los valores bursátiles que en la renta fija y venderán ésta para comprar aquéllos. Pero si la situación se prolonga durante mucho tiempo y el diferencial de rentabilidad de ambos activos se amplía tenemos que interpretar lo contrario: los inversores tienen tanto miedo que no van a arriesgar su dinero en bolsa aunque ésta prometa una rentabilidad mucho mayor. Además, no hay que olvidar una máxima universal de los mercados: a más rentabilidad esperada, más riesgo asumido.
6. Deuda a dos años y su diferencial de rentabilidad con la deuda de mayor duración. Es muy frecuente que nos obsesionemos con la evolución de la deuda a diez años y dejemos de lado lo que está haciendo la deuda a más corto plazo. Nos suele ocurrir sobre todo con la deuda española, por la fijación que tenemos por ver la evolución de la prima de riesgo, que se calcula con los vencimientos a diez años. Pues también es interesante ver qué sucede con los bonos a más corto plazo. Por ejemplo, a dos años. En condiciones normales, la deuda a dos años da menos rentabilidad que la deuda a diez años porque prestar a un plazo de dos años entraña menos riesgo que hacerlo a diez años. Por eso, una de las señales de que hay miedo en el parqué es el aumento de la rentabilidad de los bonos de más cercano vencimiento y su aproximación al rendimiento de la deuda a más largo plazo. Cuando esto ocurra, malo.
7. Cotización del cobre. Los analistas dicen que la materia prima que con más precisión recoge en su cotización los fundamentos de la economía es el cobre. El componente especulativo en este metal es mucho menor que en el petróleo, por ejemplo, por lo que su movimiento en el mercado depende más de la demanda real de la industria o sus expectativas.
8. Franco suizo y yen japonés. El mercado de divisas también es una fuente de información muy rica para el inversor. Igual que la reducción de los intereses de la deuda alemana se entiende como un síntoma de aversión al riesgo, la apreciación del franco suizo y del yen japonés de interpretan de la misma manera. Aunque los bancos centrales actúan en un país y en otro para evitar una excesiva subida de sus monedas por el peligro que ello conlleva para sus respectivas economías, la apreciación continúa, pero no es tan perceptible. De todas maneras, hay otros datos para seguir esta pista. Una de las estrategias que utiliza el Banco Nacional Suizo para frenar la subida de su moneda es la compra de otras divisas. Bien, pues, según publicaba Bloomberg hace unos días, en las arcas de la autoridad monetaria helvética hay ahora reservas en otras divisas equivalentes al 71% de su PIB. Ésos son los esfuerzos que tiene que hacer Suiza para contrarrestar la compra de su moneda por parte de los inversores miedosos.
9. Dólar australiano. Al contrario que el franco suizo o el yen japonés, el dólar australiano es una moneda que sube cuando las cosas van bien, cuando hay confianza, porque está muy ligada al crecimiento económico. Las monedas de Australia y de Nueva Zelanda han caído o han subido históricamente de acuerdo con la evolución de los precios de las materias primas que exportan, lo que depende del vigor que muestre la economía global, y también en consonancia con el apetito que los inversores muestren por el riesgo.
10. Los bancos. En una crisis financiera como ésta, hay que prestar atención también a las entidades bancarias. Para que no se nos haga muy difícil, podemos quedarnos con las españolas y, por ejemplo, con su apelación a la financiación del Banco Central Europeo. Es un termómetro de la facilidad o dificultad que encuentran al acceso a los mercados de capitales internacionales o al interbancario. El último dato que hemos conocido esta misma semana y que corresponde al mes de julio indica que la deuda que el sector financiero español tiene con el BCE ha superado los 400.000 millones de euros.