Las crisis económicas causadas por el aumento en los precios son tan antiguas como la moneda
El origen de la palabra devaluación
La crisis del siglo III, ya en el declive del imperio romano, tuvo mucho que ver con ese mal que aún hoy no se consiguió resolver: la inflación. El motivo, común en esos años, fue la paga de los soldados. Para enfrentar el creciente gasto militar, varios emperadores rebajaron el contenido en oro y plata de las monedas sin variar su peso ni su valor nominal (sustituían la proporción de metales preciosos con bronce y cobre).
El resultado evidente fue una hiperinflación: como su contenido en oro o plata se había reducido, hacía falta más monedas para comprar los mismos bienes. El problema añadido en la época es que no bastaba con imprimir billetes de mayor denominación. Los romanos tenían que usar muchas más monedas en su vida diaria, pero el peso de cada una de ellas no había variado.
En los últimos años del siglo III, las monedas habían perdido prácticamente todo su valor y el trueque había resurgido. El comercio a lo largo y ancho de todo el imperio, desarrollado notablemente a través de los puertos y caminos tras la Pax Romana, fue una de las principales víctimas de esta crisis. Se empezaba a vislumbrar el período autárquico que caracterizaría a la economía de la Edad Media.
Cuando mucho se convierte en demasiado
El oro y la plata del Nuevo Mundo fueron tan abundantes que gracias a los metales preciosos de México, Perú y Bolivia, España se convirtió en uno de los imperios más ricos del planeta.
El problema vino con esa misma abundancia: como los artículos disponibles para comprar no aumentaban al mismo ritmo que el oro con el que se podían pagar, la solución fue subir los precios. El fenómeno inflacionario de fines del siglo XVI y principios del XVI se conoce como "la revolución de los precios" y afectó a toda Europa occidental pero especialmente a la España peninsular.
Algunos autores creen que también influyó el crecimiento demográfico en Europa, liberada al fin de la peste negra. Lo cierto es que los españoles de esa época supieron lo que significaba perder competitividad por una inflación superior a la de sus socios comerciales: fue el principal factor detrás del declive de la lana castellana.
Volquete y balancín
La crisis que se conoció como de "Volquete y balancín" (Kipper und Wipper, en alemán), recibió su nombre por los instrumentos que usaban las autoridades para pesar las monedas y retirarlas de la circulación. Empezó en 1621 y tuvo las mismas razones que contribuyeron a la decadencia del imperio romano: introducir metales de bajo valor en las monedas para aumentar su número. El motivo también fue una guerra: la de los 30 años.
El Sacro Imperio Romano Germánico acudió a la fórmula de la devaluación porque no tenía una forma eficaz de cobrar impuestos para financiar la guerra. Los metales introducidos fueron plomo, cobre o estaño; y la metodología era retirar de la circulación las monedas para adulterarlas antes de devolverlas al mercado, preferentemente en regiones alejadas, para limitar el daño.
Pero cuando las monedas finalmente volvieron al imperio, en forma de tasas y obligaciones que pagaban las zonas ocupadas, la inflación que provocaron afectó gravemente a la economía de muchos de sus estados. Después de revueltas populares y de la resistencia de los mercenarios a que les pagaran con moneda devaluada, en 1623 ni siquiera los estados que las habían puesto en circulación las querían como forma de pago.
De una guerra a la siguiente
La hiperinflación de la república de Weimar, en Alemania, también se originó con una guerra, sólo que en este caso se trataba de una guerra terminada. El primer pago de las reparaciones impuestas a Alemania tras la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1921, fue el comienzo de la impresión desbocada de marcos y consiguiente devaluación. La moneda alemana pasó de 60 marcos por dólar, a principios de año, a 8.000 marcos por dólar cuando terminaba 1922. El costo de la vida se multiplicó por 16 en un sólo año.
La inflación no terminó hasta que se acabó la emisión indiscriminada de billetes y el gobierno puso en circulación una nueva moneda, el Reichsmark (la anterior se llamaba el marco de papel), en noviembre de 1923. Para darle fiabilidad, Alemania lo respaldó con las tierras y los bienes industriales del país.
La hiperinflación argentina
Inflación anual: 600%; déficit fiscal: 11% del PBI; deuda externa: 67% del PBI. Son los datos económicos que heredó el ex presidente Raúl Alfonsín de la dictadura militar que gobernó de facto la Argentina entre 1976 y 1983.
La inflación, una constante en los cuarenta años de economía argentina que lo precedieron, no iba a desaparecer sin hacer frente a la suba automática de salarios y la indexación de contratos que se había convertido en norma habitual. Su inhabilidad para lograrlo en 1989 desembocó un problema que sólo resolvió (para generar una nueva crisis) la convertibilidad de Domingo Cavallo. Ieco / Clarin
El origen de la palabra devaluación
La crisis del siglo III, ya en el declive del imperio romano, tuvo mucho que ver con ese mal que aún hoy no se consiguió resolver: la inflación. El motivo, común en esos años, fue la paga de los soldados. Para enfrentar el creciente gasto militar, varios emperadores rebajaron el contenido en oro y plata de las monedas sin variar su peso ni su valor nominal (sustituían la proporción de metales preciosos con bronce y cobre).
El resultado evidente fue una hiperinflación: como su contenido en oro o plata se había reducido, hacía falta más monedas para comprar los mismos bienes. El problema añadido en la época es que no bastaba con imprimir billetes de mayor denominación. Los romanos tenían que usar muchas más monedas en su vida diaria, pero el peso de cada una de ellas no había variado.
En los últimos años del siglo III, las monedas habían perdido prácticamente todo su valor y el trueque había resurgido. El comercio a lo largo y ancho de todo el imperio, desarrollado notablemente a través de los puertos y caminos tras la Pax Romana, fue una de las principales víctimas de esta crisis. Se empezaba a vislumbrar el período autárquico que caracterizaría a la economía de la Edad Media.
Cuando mucho se convierte en demasiado
El oro y la plata del Nuevo Mundo fueron tan abundantes que gracias a los metales preciosos de México, Perú y Bolivia, España se convirtió en uno de los imperios más ricos del planeta.
El problema vino con esa misma abundancia: como los artículos disponibles para comprar no aumentaban al mismo ritmo que el oro con el que se podían pagar, la solución fue subir los precios. El fenómeno inflacionario de fines del siglo XVI y principios del XVI se conoce como "la revolución de los precios" y afectó a toda Europa occidental pero especialmente a la España peninsular.
Algunos autores creen que también influyó el crecimiento demográfico en Europa, liberada al fin de la peste negra. Lo cierto es que los españoles de esa época supieron lo que significaba perder competitividad por una inflación superior a la de sus socios comerciales: fue el principal factor detrás del declive de la lana castellana.
Volquete y balancín
La crisis que se conoció como de "Volquete y balancín" (Kipper und Wipper, en alemán), recibió su nombre por los instrumentos que usaban las autoridades para pesar las monedas y retirarlas de la circulación. Empezó en 1621 y tuvo las mismas razones que contribuyeron a la decadencia del imperio romano: introducir metales de bajo valor en las monedas para aumentar su número. El motivo también fue una guerra: la de los 30 años.
El Sacro Imperio Romano Germánico acudió a la fórmula de la devaluación porque no tenía una forma eficaz de cobrar impuestos para financiar la guerra. Los metales introducidos fueron plomo, cobre o estaño; y la metodología era retirar de la circulación las monedas para adulterarlas antes de devolverlas al mercado, preferentemente en regiones alejadas, para limitar el daño.
Pero cuando las monedas finalmente volvieron al imperio, en forma de tasas y obligaciones que pagaban las zonas ocupadas, la inflación que provocaron afectó gravemente a la economía de muchos de sus estados. Después de revueltas populares y de la resistencia de los mercenarios a que les pagaran con moneda devaluada, en 1623 ni siquiera los estados que las habían puesto en circulación las querían como forma de pago.
De una guerra a la siguiente
La hiperinflación de la república de Weimar, en Alemania, también se originó con una guerra, sólo que en este caso se trataba de una guerra terminada. El primer pago de las reparaciones impuestas a Alemania tras la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1921, fue el comienzo de la impresión desbocada de marcos y consiguiente devaluación. La moneda alemana pasó de 60 marcos por dólar, a principios de año, a 8.000 marcos por dólar cuando terminaba 1922. El costo de la vida se multiplicó por 16 en un sólo año.
La inflación no terminó hasta que se acabó la emisión indiscriminada de billetes y el gobierno puso en circulación una nueva moneda, el Reichsmark (la anterior se llamaba el marco de papel), en noviembre de 1923. Para darle fiabilidad, Alemania lo respaldó con las tierras y los bienes industriales del país.
La hiperinflación argentina
Inflación anual: 600%; déficit fiscal: 11% del PBI; deuda externa: 67% del PBI. Son los datos económicos que heredó el ex presidente Raúl Alfonsín de la dictadura militar que gobernó de facto la Argentina entre 1976 y 1983.
La inflación, una constante en los cuarenta años de economía argentina que lo precedieron, no iba a desaparecer sin hacer frente a la suba automática de salarios y la indexación de contratos que se había convertido en norma habitual. Su inhabilidad para lograrlo en 1989 desembocó un problema que sólo resolvió (para generar una nueva crisis) la convertibilidad de Domingo Cavallo. Ieco / Clarin