Alemania se despega más de la crisis europea
Por Jorge Castro
Alemania tiene el mayor superávit de cuenta corriente del mundo: U$S 243.000 millones en 2012/ 188.000 millones de euros/7% del PBI; y este récord lo es tanto en términos absolutos como en relación a la población y el producto (82 millones de habitantes/U$S 3,6 billones). La razón de este desempeño excepcional es que la República Federal es la principal potencia exportadora del mundo avanzado, superior a EE.UU., sobre todo en la industria manufacturera (máquinas-herramientas, químicos, automotores).
La mitad del crecimiento alemán en los últimos 10 años es obra del sector exportador; y 72% de las ventas externas de equipos pesados de alta tecnología se dirigen a China. Se estima que las exportaciones alemanas crecerían 80% en la próxima década, lo que significa que su participación en el producto aumentaría 18 puntos (50% en 2012 / 68% en 2025).
A su vez, el superávit de cuenta corriente se expandiría 30% en ese período; y correlativamente, la importancia de la Zona Euro como destino de sus exportaciones caería 16 puntos entre 2000 y 2025 (46%/30%). El significado de Alemania en el siglo XXI es inseparable del nuevo mapa geopolítico mundial, donde el centro de gravedad del sistema ha pasado irreversiblemente de los países avanzados a los emergentes, de EE.UU. a China.
Por eso, el superávit de cuenta corriente de la República Federal no es una muestra de su alta tasa de ahorro doméstico y de su bajo nivel de consumo, sino consecuencia directa de la extraordinaria productividad/competitividad de su industria manufacturera, que despliega todo su potencial en el momento en el que los países emergentes, encabezados por los asiáticos, crecen 2 y 3 veces por encima de los avanzados; y cuando en China hay un boom de inversión (47% del PBI en 2010) volcado a la compra de equipos pesados de alta tecnología, sobre todo provenientes de Alemania.
No hay un “modelo alemán” de crecimiento económico, sino solo una fase particular del proceso global de acumulación, en el que Alemania, gracias a la extraordinaria potencialidad de su manufactura, se ha convertido en un protagonista fundamental.
La historia no es circular, sino un proceso abierto; y a partir de la Revolución Industrial (1780-1840), la regla en el capitalismo es que “no hay nada particular fuera de lo general”; y lo general es el mundo como sistema unificado y no los modelos nacionales.
Europa es hoy 7% de la población mundial y sería 4% en 2030, y para entonces 35% de su población tendría más de 65 años, con una reducción de la fuerza de trabajo de 38%. Alemania tiene hoy 82 millones de habitantes, que serían 65 millones en 2060.
La demanda china/asiática se convierte en el mayor mercado de consumo del mundo; y la reducción absoluta de su fuerza de trabajo obliga a Europa a duplicar el nivel de incremento de la productividad para compensar el impacto ineludible de la demografía. Los cambios estructurales en Europa no son consecuencia de una pasión doctrinaria, sino el tributo que se paga a una necesidad inexorable, bajo pena de irrelevancia.
La OCDE señala que el crecimiento potencial europeo se ha reducido a 1,5% por año, lo que significa que ha caído 2,5 puntos porcentuales desde 2008; y tiende a declinar cada vez más, hasta alcanzar a 1% anual a partir de 2015/2020, para orientarse luego hacia los niveles de Japón (0,5% por año), debido a la reducción de la fuerza de trabajo y el envejecimiento de su población.
La clave de una salida de la crisis europea no es la acentuación de su unidad política, sino la aceleración de las reformas estructurales en los tres países decisivos de la Eurozona en crisis: Italia, España y Francia. El espacio decisivo de la resolución de la crisis es el de los sistemas políticos domésticos, y el núcleo de la respuesta es política, no económica ni financiera. Lo esencial de Europa se decide en Roma, Paris y Madrid, no en Bruselas.
Por Jorge Castro
Alemania tiene el mayor superávit de cuenta corriente del mundo: U$S 243.000 millones en 2012/ 188.000 millones de euros/7% del PBI; y este récord lo es tanto en términos absolutos como en relación a la población y el producto (82 millones de habitantes/U$S 3,6 billones). La razón de este desempeño excepcional es que la República Federal es la principal potencia exportadora del mundo avanzado, superior a EE.UU., sobre todo en la industria manufacturera (máquinas-herramientas, químicos, automotores).
La mitad del crecimiento alemán en los últimos 10 años es obra del sector exportador; y 72% de las ventas externas de equipos pesados de alta tecnología se dirigen a China. Se estima que las exportaciones alemanas crecerían 80% en la próxima década, lo que significa que su participación en el producto aumentaría 18 puntos (50% en 2012 / 68% en 2025).
A su vez, el superávit de cuenta corriente se expandiría 30% en ese período; y correlativamente, la importancia de la Zona Euro como destino de sus exportaciones caería 16 puntos entre 2000 y 2025 (46%/30%). El significado de Alemania en el siglo XXI es inseparable del nuevo mapa geopolítico mundial, donde el centro de gravedad del sistema ha pasado irreversiblemente de los países avanzados a los emergentes, de EE.UU. a China.
Por eso, el superávit de cuenta corriente de la República Federal no es una muestra de su alta tasa de ahorro doméstico y de su bajo nivel de consumo, sino consecuencia directa de la extraordinaria productividad/competitividad de su industria manufacturera, que despliega todo su potencial en el momento en el que los países emergentes, encabezados por los asiáticos, crecen 2 y 3 veces por encima de los avanzados; y cuando en China hay un boom de inversión (47% del PBI en 2010) volcado a la compra de equipos pesados de alta tecnología, sobre todo provenientes de Alemania.
No hay un “modelo alemán” de crecimiento económico, sino solo una fase particular del proceso global de acumulación, en el que Alemania, gracias a la extraordinaria potencialidad de su manufactura, se ha convertido en un protagonista fundamental.
La historia no es circular, sino un proceso abierto; y a partir de la Revolución Industrial (1780-1840), la regla en el capitalismo es que “no hay nada particular fuera de lo general”; y lo general es el mundo como sistema unificado y no los modelos nacionales.
Europa es hoy 7% de la población mundial y sería 4% en 2030, y para entonces 35% de su población tendría más de 65 años, con una reducción de la fuerza de trabajo de 38%. Alemania tiene hoy 82 millones de habitantes, que serían 65 millones en 2060.
La demanda china/asiática se convierte en el mayor mercado de consumo del mundo; y la reducción absoluta de su fuerza de trabajo obliga a Europa a duplicar el nivel de incremento de la productividad para compensar el impacto ineludible de la demografía. Los cambios estructurales en Europa no son consecuencia de una pasión doctrinaria, sino el tributo que se paga a una necesidad inexorable, bajo pena de irrelevancia.
La OCDE señala que el crecimiento potencial europeo se ha reducido a 1,5% por año, lo que significa que ha caído 2,5 puntos porcentuales desde 2008; y tiende a declinar cada vez más, hasta alcanzar a 1% anual a partir de 2015/2020, para orientarse luego hacia los niveles de Japón (0,5% por año), debido a la reducción de la fuerza de trabajo y el envejecimiento de su población.
La clave de una salida de la crisis europea no es la acentuación de su unidad política, sino la aceleración de las reformas estructurales en los tres países decisivos de la Eurozona en crisis: Italia, España y Francia. El espacio decisivo de la resolución de la crisis es el de los sistemas políticos domésticos, y el núcleo de la respuesta es política, no económica ni financiera. Lo esencial de Europa se decide en Roma, Paris y Madrid, no en Bruselas.