Wimbledon
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Wimbledon canceló sus Campeonatos. El All England Club recortó sensiblemente su número de empleados y fue utilizado por la Defensa Civil, tanto por cuerpos de bomberos como para servicios de ambulancias. Las tropas usaron las instalaciones para logísticas varias y la secretaria del club, Nora Gordon Cleather, trasladó su vivienda a la entidad. Aunque las invasiones de animales durante el torneo Wimbledon, (zorros, ardillas, palomas, etc) están perfectamente documentadas por Allan Little, su bibliotecario, nadie contaba con que Nora Gordon Cleather, en su mudanza, se llevara también gallinas, conejos y cerdos que campaban en su nueva granja en el All England Club.
El barrio de Wimbledon siempre fue un objetivo de la Lutwaffe, decidida a castigar a Gran Bretaña por vía aérea ante la potencia naval de los Royal Marines. Hitler conocía que Wimbledon era un barrio importante en las tareas de guerra, con fábricas de armamento y un importante negocio de juguetes transformado en un centro de montaje de ametralladoras. También Wimbledon era un barrio residencial de importantes militares. Los raids aéreos alemanes dejaron 150 muertos, 1.701 heridos, 2.000 personas sin hogar y 12.000 viviendas afectadas en Wimbledon.
Durante la noche del viernes 11 de octubre de 1940, un ataque aéreo nazi dejó caer cinco bombas de más de 200 kilos sobre las instalaciones del All England Club. La primera destrozó el tejado del local social, la segunda cayó sobre la cubierta de la pista central, la tercera en Church Road, y las dos últimas dejaron dos enormes cráteres en la zona del campo de golf anexo. El daño en la pista central afectó a 1.200 asientos.
Antes del estallido de la guerra, la única conexión de Hitler con Wimbledon fue en 1937. Y no fue durante el torneo, sino en la final de Copa Davis que Estados Unidos y Alemania disputaron en el All England Club. Momentos antes del decisivo quinto punto entre el barón Gottfried Von Cramm y Donald Dudge, Tedd Tinling, asistente de jugadores, avisó a Von Cramm de que tenía una llamada telefónica urgente. Era el Führer. Tras la breve conversación, Tinling preguntó por el contenido de la misma. “Simplemente me ha deseado suerte”, dijo el barón que cayó en un memorable partido que Budge definió como “el mejor de su vida” y que marcó el inicio de una relación de amor-odio del tenista alemán con el régimen nazi.
Con la guerra ya desencadenada, Tinling se convirtió en espía de las fuerzas aliadas. También la campeona vigente en Wimbledon, la estadounidense Alice Marble, nieta de un buscador de oro e hija de uno de los pocos leñadores capaces de subir a las secuoyas y conocida como la Pequeña Reina de los Matamoscas por su movilidad, espió para las tropas aliadas en Suiza.
La Segunda Guerra Mundial no sólo afectó a Wimbledon. El estadio de Roland Garros se convirtió en un campo de concentración, el Open de Australia también canceló su torneo y sólo el US Open mantuvo la actividad de los Grand Slam. La implicación de tenistas en la Guerra fue enorme, en especial en Europa, con historias personales dignas de un libro.
Las primeras señales del regreso del tenis a Wimbledon se produjeron en junio de 1945, cuando comenzaron a disputarse algunos partidos amistosos y, en especial, cuando, el 30 de junio, se organizó una exhibición estilo Copa Davis entre Estados Unidos y el Imperio Británico. Seis mil espectadores llenaron la pista uno, con la Reina y los Duques de Kent en el palco, y con la recaudación del evento destinada a la reconstrucción de los daños ocasionados por los alemanes en el barrio. Cuatro semanas después se repitió la experiencia, jugando entonces un equipo de las Fuerzas Aliadas contra las Británicas, para financiar gastos de la campaña en Rusia.
La Federación americana (USTA) colaboró enormemente durante la guerra para mantener vivo el tenis. El 15 de agosto de 1945, día de la rendición de Japón, Wimbledon acogió la primera de las cuatro jornadas de la fase final de unos campeonatos europeos reservados a los soldados americanos. En los meses previos, 6.000 soldados americanos habían competido en siete escenarios europeos en una especia de fase previa. Los 36 mejores en singles y 18 parejas de dobles disputaron esa fase final en Wimbledon.
La USTA también utilizó el tenis para animar a sus soldados. Aunque no son tan conocidas como las apariciones de Marylin Monroe para entretener a las tropas, las tenistas Pauline Betz, Dorothy Bundy, Doris Hart, Dorothy Head, Louise Brought y Margaret Court efectuaron diversas exhibiciones en las bases americanas en las Antillas, el Caribe y las Indias Occidentales. Fueron bautizadas como la Troupe 773. Visitaron Cuba, Jamaica, Puerto Rico, la Gran Antilla, las Islas Vírgenes, Antigua, Santa Lucía, Trinidad, Curacao, Aruba y las tres Guayanas. Iban de un lugar a otro en buques de la Armada, y disputaron partidos en pista de colores, en hangares de aviación, en pistas improvisadas en los lugares más inesperados. En Monos Island, cerca del Puerto de España en Trinidad, improvisaron una pista de tierra batida rodeada de palmeras y cocoteros. Los partidos debieron suspenderse en varias ocasiones por la caída de cocos.
En 1946 Wimbledon recuperó su torneo, con tenistas de 23 países en las pistas y solventando problemas de todo tipo derivados de la guerra. Pero la gran ovación llegó en 1947, cuando el austriaco Hans Redl entró en pista y se le autorizó a servir tocando dos veces la pelota con la raqueta. Redl había perdido parte de su brazo en combate, pero siguió jugando al tenis y ganando tres partidos de aquel Wimbledon lanzando al aire la pelota con la raqueta antes de servir.
La alusión posterior más directa al bombardeo de Wimbledon por los nazis llegó en 1986. Tras la victoria de Boris Becker el año anterior que desencadenó el nacimiento de la ‘Beckermanía’, las oficinas de Wimbledon se colapsaron por la demanda de entradas provenientes de Alemania. Rex Bellamy, periodista del conservador The Times y voz autorizada del tenis, no dudó recoger la situación con la siguiente conclusión. “No entiendo como la gente que quiso destruir este torneo lanzándonos bombas se interesa ahora por venir”.
FUENTE Y FOTOS: Wimbledon y el tenis en la Segunda Guerra Mundial
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Wimbledon canceló sus Campeonatos. El All England Club recortó sensiblemente su número de empleados y fue utilizado por la Defensa Civil, tanto por cuerpos de bomberos como para servicios de ambulancias. Las tropas usaron las instalaciones para logísticas varias y la secretaria del club, Nora Gordon Cleather, trasladó su vivienda a la entidad. Aunque las invasiones de animales durante el torneo Wimbledon, (zorros, ardillas, palomas, etc) están perfectamente documentadas por Allan Little, su bibliotecario, nadie contaba con que Nora Gordon Cleather, en su mudanza, se llevara también gallinas, conejos y cerdos que campaban en su nueva granja en el All England Club.
El barrio de Wimbledon siempre fue un objetivo de la Lutwaffe, decidida a castigar a Gran Bretaña por vía aérea ante la potencia naval de los Royal Marines. Hitler conocía que Wimbledon era un barrio importante en las tareas de guerra, con fábricas de armamento y un importante negocio de juguetes transformado en un centro de montaje de ametralladoras. También Wimbledon era un barrio residencial de importantes militares. Los raids aéreos alemanes dejaron 150 muertos, 1.701 heridos, 2.000 personas sin hogar y 12.000 viviendas afectadas en Wimbledon.
Durante la noche del viernes 11 de octubre de 1940, un ataque aéreo nazi dejó caer cinco bombas de más de 200 kilos sobre las instalaciones del All England Club. La primera destrozó el tejado del local social, la segunda cayó sobre la cubierta de la pista central, la tercera en Church Road, y las dos últimas dejaron dos enormes cráteres en la zona del campo de golf anexo. El daño en la pista central afectó a 1.200 asientos.
Antes del estallido de la guerra, la única conexión de Hitler con Wimbledon fue en 1937. Y no fue durante el torneo, sino en la final de Copa Davis que Estados Unidos y Alemania disputaron en el All England Club. Momentos antes del decisivo quinto punto entre el barón Gottfried Von Cramm y Donald Dudge, Tedd Tinling, asistente de jugadores, avisó a Von Cramm de que tenía una llamada telefónica urgente. Era el Führer. Tras la breve conversación, Tinling preguntó por el contenido de la misma. “Simplemente me ha deseado suerte”, dijo el barón que cayó en un memorable partido que Budge definió como “el mejor de su vida” y que marcó el inicio de una relación de amor-odio del tenista alemán con el régimen nazi.
Con la guerra ya desencadenada, Tinling se convirtió en espía de las fuerzas aliadas. También la campeona vigente en Wimbledon, la estadounidense Alice Marble, nieta de un buscador de oro e hija de uno de los pocos leñadores capaces de subir a las secuoyas y conocida como la Pequeña Reina de los Matamoscas por su movilidad, espió para las tropas aliadas en Suiza.
La Segunda Guerra Mundial no sólo afectó a Wimbledon. El estadio de Roland Garros se convirtió en un campo de concentración, el Open de Australia también canceló su torneo y sólo el US Open mantuvo la actividad de los Grand Slam. La implicación de tenistas en la Guerra fue enorme, en especial en Europa, con historias personales dignas de un libro.
Las primeras señales del regreso del tenis a Wimbledon se produjeron en junio de 1945, cuando comenzaron a disputarse algunos partidos amistosos y, en especial, cuando, el 30 de junio, se organizó una exhibición estilo Copa Davis entre Estados Unidos y el Imperio Británico. Seis mil espectadores llenaron la pista uno, con la Reina y los Duques de Kent en el palco, y con la recaudación del evento destinada a la reconstrucción de los daños ocasionados por los alemanes en el barrio. Cuatro semanas después se repitió la experiencia, jugando entonces un equipo de las Fuerzas Aliadas contra las Británicas, para financiar gastos de la campaña en Rusia.
La Federación americana (USTA) colaboró enormemente durante la guerra para mantener vivo el tenis. El 15 de agosto de 1945, día de la rendición de Japón, Wimbledon acogió la primera de las cuatro jornadas de la fase final de unos campeonatos europeos reservados a los soldados americanos. En los meses previos, 6.000 soldados americanos habían competido en siete escenarios europeos en una especia de fase previa. Los 36 mejores en singles y 18 parejas de dobles disputaron esa fase final en Wimbledon.
La USTA también utilizó el tenis para animar a sus soldados. Aunque no son tan conocidas como las apariciones de Marylin Monroe para entretener a las tropas, las tenistas Pauline Betz, Dorothy Bundy, Doris Hart, Dorothy Head, Louise Brought y Margaret Court efectuaron diversas exhibiciones en las bases americanas en las Antillas, el Caribe y las Indias Occidentales. Fueron bautizadas como la Troupe 773. Visitaron Cuba, Jamaica, Puerto Rico, la Gran Antilla, las Islas Vírgenes, Antigua, Santa Lucía, Trinidad, Curacao, Aruba y las tres Guayanas. Iban de un lugar a otro en buques de la Armada, y disputaron partidos en pista de colores, en hangares de aviación, en pistas improvisadas en los lugares más inesperados. En Monos Island, cerca del Puerto de España en Trinidad, improvisaron una pista de tierra batida rodeada de palmeras y cocoteros. Los partidos debieron suspenderse en varias ocasiones por la caída de cocos.
En 1946 Wimbledon recuperó su torneo, con tenistas de 23 países en las pistas y solventando problemas de todo tipo derivados de la guerra. Pero la gran ovación llegó en 1947, cuando el austriaco Hans Redl entró en pista y se le autorizó a servir tocando dos veces la pelota con la raqueta. Redl había perdido parte de su brazo en combate, pero siguió jugando al tenis y ganando tres partidos de aquel Wimbledon lanzando al aire la pelota con la raqueta antes de servir.
La alusión posterior más directa al bombardeo de Wimbledon por los nazis llegó en 1986. Tras la victoria de Boris Becker el año anterior que desencadenó el nacimiento de la ‘Beckermanía’, las oficinas de Wimbledon se colapsaron por la demanda de entradas provenientes de Alemania. Rex Bellamy, periodista del conservador The Times y voz autorizada del tenis, no dudó recoger la situación con la siguiente conclusión. “No entiendo como la gente que quiso destruir este torneo lanzándonos bombas se interesa ahora por venir”.
FUENTE Y FOTOS: Wimbledon y el tenis en la Segunda Guerra Mundial