Cómo fue el G20 secreto: espías, drones, hackers y alertas terroristas
En un país en el que las cosas suelen salir mal, todo estaba saliendo bien durante la mañana del primer día de la cumbre del G20. Hacía dos años que los servicios secretos de los países que participarían de este encuentro internacional, sumados a alrededor de 54 agencias de vigilancia específicas de otras naciones, estudiaban los potenciales peligros para sus propios intereses. Los trasladaron a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y al Ministerio de Seguridad de la Nación.
Varias de las alertas generadas por agentes extranjeros tuvieron resultados concretos. Otras fueron falsas alarmas. Debido al G20, hay detenidos por la Justicia acusados de ser parte de organizaciones terroristas. El Gobierno destruyó drones en vuelo cercano a los líderes mundiales en Buenos Aires. Otras naves escaparon. Y hasta se produjeron ciberataques contra webs vinculadas a la cumbre. Sin embargo, ningún operativo pudo prever lo que provocó el mayor pánico entre las autoridades. Eran casi las once de la mañana del viernes pasado, el primer día del G20, cuando vecinos de Vicente López llamaron asustados al 911 asegurando que en el barrio había “explosiones”. La primera dama, Juliana Awada, estaba por llegar a San Isidro, zona de peligro, entonces. También iban hacia allí, a visitar la magnífica mansión de la escritora Victoria Ocampo, las acompañantes mujeres de los mandatarios del G20. Pasaron minutos que para funcionarios fueron horas. La verdad era inocua e insólita. Un sismo de 3,8 en escala ritcher, nacido a 25 kilómetros de profundidad, provocó temblores en los suburbios del norte bonaerense y también del sur. Fue a las 10:27:38 am. La suma de todos los miedos había tomado la mente de las autoridades. No había ataque. Solo la naturaleza.
Dos años para dos días. Así podría resumirse el trabajo de los espías extranjeros y locales, que tuvieron como objetivo frenar los potenciales ataques durante el G20, el evento internacional duró 48 horas. Desde el 2016, en Buenos Aires trabajan los espías internacionales y locales. La información que se difunde en esta nota fue chequeada entre varias fuentes de los organismos públicos y las fuerzas policiales y militares involucradas en el máximo operativo de Seguridad de la historia argentina.
Pasó de todo.
El trabajo se coordinó con el ministerio de Seguridad bonaerense. Y con la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Otras acciones de prevención fueron cumplidas por el Ministerio de Defensa. En el Gobierno se temía que la marcha principal contra el G20 terminase en desmanes. Por colaboración de las propias organizaciones sociales que se movilizaron, y por labor policial, hubo detenidos con molotov y hasta con handies que pueden interceptar las comunicaciones de la policía. En el interior del país y de Buenos Aires también hubo protestas. Pero menores y sin violencia. Las acciones para prevenir posibles ataques habían empezado varios meses atrás. En febrero pasado, por ejemplo, la Oficina Europea de Policía (Europol) habría informado que un grupo terrorista planeaba atacar el shopping de Córdoba llamado el “Patio de Olmos”. El lugar fue evacuado. Ahora se conoce por qué.
Otros alertas del extranjero motivaron que la Justicia detuviera a varias personas supuestamente vinculadas al terrorismo islámico más radicalizado. Hubo dos presos por una denuncia que indicaba sus relaciones con el grupo terrorista Hezbollah, que en la Argentina no es considerado como tal por las leyes. Varios meses atrás, el servicio secreto del Reino Unido, el MI5, advirtió que dos argentinos convertidos al Islam pero con ideas violentas, eran tentados por la organización terrorista ISIS para atentar con bomba durante la marcha del orgullo gay que se realizó en Buenos Aires. Los supuestos nexos de ISIS con los argentinos -siempre según las agencias de Inteligencia del extranjero y el Gobierno-, se habrían realizado en la “deep web”, una internet “paralela” utilizada cometer acciones ilegales. Otra agencia de Seguridad de España y la Inteligencia de Australia, coincidieron en la información.
Gran Bretaña subió el alerta sobre seguridad para los habitantes de ese país que quisieran visitar Argentina. Actuó el Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich. La Justicia detuvo a los dos sospechosos. El Reino Unido bajó entonces el nivel de alerta sobre nuestro país.
Ya durante el G20 en actividad, los espías y la policía debió mirar no solo las calles. También al cielo. Ocurre que los vuelos de drones fueron prohibidos en varias zonas de la Capital Federal. Aun así, hubo drones que volaron. Fuentes oficiales afirmaron que la comitiva de China levantó en vuelo una de esas mini naves no tripuladas. La policía lo descubrió: avisó que si el aparato no aterrizaba iba a ser destruido por disparos. La retórica funcionó. Otro drone voló el viernes a la tarde sobre el Obelisco, justo cuando los líderes del G20 entraban a la gala en el Teatro Colón, en esa zona. Las autoridades chequearon si la nave era de algún canal de televisión. Se usó una tecnología israelí para bloquear su funcionamiento. Cayó al suelo. Un día antes, los espías locales descubrieron que otro drone volaba sobre espacio aéreo de la Facultad de Derecho, en La Recoleta. Se lo veía en un radar pero no a simple vista. Le aplicaron el bloqueador israelí. El drone desapareció.
Una poesía de Jorge Luis Borges, llamada “El Espía”, hace alusión a la vida tormentosa de los agentes secretos.
Menciona primero a los “héroes” que suelen ser recordados con el “mármol” de los monumentos, como los militares.
Y luego se explaya en los lamentos que aquejan a los hombres y mujeres que trabajan por el país bajo confidencialidad total: por esencia de su profesión, sus victorias jamás pueden ser reconocidas de modo oficial…
En un país en el que las cosas suelen salir mal, todo estaba saliendo bien durante la mañana del primer día de la cumbre del G20. Hacía dos años que los servicios secretos de los países que participarían de este encuentro internacional, sumados a alrededor de 54 agencias de vigilancia específicas de otras naciones, estudiaban los potenciales peligros para sus propios intereses. Los trasladaron a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y al Ministerio de Seguridad de la Nación.
Varias de las alertas generadas por agentes extranjeros tuvieron resultados concretos. Otras fueron falsas alarmas. Debido al G20, hay detenidos por la Justicia acusados de ser parte de organizaciones terroristas. El Gobierno destruyó drones en vuelo cercano a los líderes mundiales en Buenos Aires. Otras naves escaparon. Y hasta se produjeron ciberataques contra webs vinculadas a la cumbre. Sin embargo, ningún operativo pudo prever lo que provocó el mayor pánico entre las autoridades. Eran casi las once de la mañana del viernes pasado, el primer día del G20, cuando vecinos de Vicente López llamaron asustados al 911 asegurando que en el barrio había “explosiones”. La primera dama, Juliana Awada, estaba por llegar a San Isidro, zona de peligro, entonces. También iban hacia allí, a visitar la magnífica mansión de la escritora Victoria Ocampo, las acompañantes mujeres de los mandatarios del G20. Pasaron minutos que para funcionarios fueron horas. La verdad era inocua e insólita. Un sismo de 3,8 en escala ritcher, nacido a 25 kilómetros de profundidad, provocó temblores en los suburbios del norte bonaerense y también del sur. Fue a las 10:27:38 am. La suma de todos los miedos había tomado la mente de las autoridades. No había ataque. Solo la naturaleza.
Dos años para dos días. Así podría resumirse el trabajo de los espías extranjeros y locales, que tuvieron como objetivo frenar los potenciales ataques durante el G20, el evento internacional duró 48 horas. Desde el 2016, en Buenos Aires trabajan los espías internacionales y locales. La información que se difunde en esta nota fue chequeada entre varias fuentes de los organismos públicos y las fuerzas policiales y militares involucradas en el máximo operativo de Seguridad de la historia argentina.
Pasó de todo.
El trabajo se coordinó con el ministerio de Seguridad bonaerense. Y con la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Otras acciones de prevención fueron cumplidas por el Ministerio de Defensa. En el Gobierno se temía que la marcha principal contra el G20 terminase en desmanes. Por colaboración de las propias organizaciones sociales que se movilizaron, y por labor policial, hubo detenidos con molotov y hasta con handies que pueden interceptar las comunicaciones de la policía. En el interior del país y de Buenos Aires también hubo protestas. Pero menores y sin violencia. Las acciones para prevenir posibles ataques habían empezado varios meses atrás. En febrero pasado, por ejemplo, la Oficina Europea de Policía (Europol) habría informado que un grupo terrorista planeaba atacar el shopping de Córdoba llamado el “Patio de Olmos”. El lugar fue evacuado. Ahora se conoce por qué.
Otros alertas del extranjero motivaron que la Justicia detuviera a varias personas supuestamente vinculadas al terrorismo islámico más radicalizado. Hubo dos presos por una denuncia que indicaba sus relaciones con el grupo terrorista Hezbollah, que en la Argentina no es considerado como tal por las leyes. Varios meses atrás, el servicio secreto del Reino Unido, el MI5, advirtió que dos argentinos convertidos al Islam pero con ideas violentas, eran tentados por la organización terrorista ISIS para atentar con bomba durante la marcha del orgullo gay que se realizó en Buenos Aires. Los supuestos nexos de ISIS con los argentinos -siempre según las agencias de Inteligencia del extranjero y el Gobierno-, se habrían realizado en la “deep web”, una internet “paralela” utilizada cometer acciones ilegales. Otra agencia de Seguridad de España y la Inteligencia de Australia, coincidieron en la información.
Gran Bretaña subió el alerta sobre seguridad para los habitantes de ese país que quisieran visitar Argentina. Actuó el Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich. La Justicia detuvo a los dos sospechosos. El Reino Unido bajó entonces el nivel de alerta sobre nuestro país.
Ya durante el G20 en actividad, los espías y la policía debió mirar no solo las calles. También al cielo. Ocurre que los vuelos de drones fueron prohibidos en varias zonas de la Capital Federal. Aun así, hubo drones que volaron. Fuentes oficiales afirmaron que la comitiva de China levantó en vuelo una de esas mini naves no tripuladas. La policía lo descubrió: avisó que si el aparato no aterrizaba iba a ser destruido por disparos. La retórica funcionó. Otro drone voló el viernes a la tarde sobre el Obelisco, justo cuando los líderes del G20 entraban a la gala en el Teatro Colón, en esa zona. Las autoridades chequearon si la nave era de algún canal de televisión. Se usó una tecnología israelí para bloquear su funcionamiento. Cayó al suelo. Un día antes, los espías locales descubrieron que otro drone volaba sobre espacio aéreo de la Facultad de Derecho, en La Recoleta. Se lo veía en un radar pero no a simple vista. Le aplicaron el bloqueador israelí. El drone desapareció.
Una poesía de Jorge Luis Borges, llamada “El Espía”, hace alusión a la vida tormentosa de los agentes secretos.
Menciona primero a los “héroes” que suelen ser recordados con el “mármol” de los monumentos, como los militares.
Y luego se explaya en los lamentos que aquejan a los hombres y mujeres que trabajan por el país bajo confidencialidad total: por esencia de su profesión, sus victorias jamás pueden ser reconocidas de modo oficial…