Es el periodo al que van dirigidos los principales productos de ahorro (imposiciones, cuentas bancarias o pagarés). Puede ser a corto, medio y largo en función de sus propias características y en dependencia de este parámetro reportará una u otra rentabilidad. Durante ese espacio de tiempo la inversión quedará totalmente inmovilizada y por tanto no se dispondrá del capital. A no ser que en las condiciones de contratación del producto se indique lo contrario. Aunque esta incidencia no es la más habitual en los diseños bancarios de esta naturaleza.
De todas las formas, y para que se pueda recoger parte del activo monetario en los productos a plazo fijo, pueden existir alguna comisión que permita esta práctica. Pero a cambio de asumir una penalización que oscila entre el 0,5 % y 2 % sobre el importe depositado. En cualquier caso, en el momento del vencimiento del producto se podrá retirar todo el dinero, y si diese lugar también con los intereses devengados. Sea cual fuese su permanencia ya que su estructura es la misma para todos ellos.
Cuando se habla de un formato de ahorro a plazo fijo se entiende que este se extiende hasta su finalización. No obstante, en algunos casos puede renovarse: por una indicación o mandato de su titular o de forma automática. Bajo las mismas condiciones en la que se suscribió inicialmente. Por otra parte, no conviene confundirlo con tipo fijo ya que son dos conceptos que no tienen nada que ver el uno con el otro.
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