Se trata de un documento válido entre los bancos que se extiende a otra persona para que pueda retirar una cantidad de dinero. Se utilizaba con cierta frecuencia hasta hace algunos años, pero que ha caído en desuso ante la aparición de nuevos sistemas de cobro. La forma más habitual de presentarlo es como cheque al portador que se basa en que cualquier persona puede cobrarlo con tan solo ponerlo en manos de la entidad bancaria. Sirve básicamente para pagar a otro particular o empresa y se caracteriza porque su mecánica es muy sencilla. Tanto en lo que se refiere a su tramitación como a la manera de ejecutarlo.
En el cheque intervienen dos agentes sociales, por una parte el particular que lo emite y firma quien es la misma. Por otro lado, su receptor que es el sujeto al que va dirigido el producto. De todas las formas, existe un intermediario que es el librado y que se refiere al banco que se encargará de abonar el importe que está mencionado en este medio de pago.
Otro de los aspectos a valorar es el que se refiere a las condiciones que deben cumplirse para que el proceso se desarrolle correctamente. En primer lugar, el mandato que faculta que otra persona pueda percibir un dinero. También el nombre de la entidad financiera que se hará cargo de la operación. Mientras que por último, y cómo es lógico pensar, la firma de quien lo emite. De esta forma, todo estará listo para llevar a cabo el movimiento en cualquier momento.
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