Son las imposiciones bancarias que van dirigidas a los periodos más amplios en su permanencia. A partir de los tres y en adelante, aunque muy raramente hay productos de estas características por encima de cinco años. Su principal prestación radica en que mejora un poco la rentabilidad que genera entre sus impositores. En unas cuantas décimas porcentuales respecto a los modelos de corto y medio. De la misma forma que requieren una inmovilización del capital durante el plazo acordado con la entidad bancaria.
Se trata de unos de los modelos de ahorros más valorados por los usuarios de un perfil conservador o defensivo. Debido a que garantizan su dinero durante varios años y se aseguran una rentabilidad mínima que percibirán a su vencimiento. Estando exentos de comisiones y otros gastos en su gestión. Se puede suscribir a partir de 1.000 euros aproximadamente y por lo general no cuentan con una renovación automática.
Otra de sus particularidades es que no están vinculados a ningún otro activo financieros ya que se rigen por el formato tradicional. Es decir, sin bonificaciones ni otras estrategias comerciales para mejorar sustancialmente su rendimiento global. En cualquier caso, su oferta se ha ido reduciendo en los últimos años ante la demanda de los depositantes por otros modelos en el ahorro más satisfactorios para sus intereses personales. En especial, en un escenario como el actual en el que se ha producido un abaratamiento en el precio del dinero que ha llevado a que la rentabilidad de estos depósitos apenas rebase niveles del 1 %.
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