Es un producto de renta fija que emiten las entidades bancarias con el objetivo inmediato de financiarse para desarrollar su actividad empresarial. Ofrecen a sus suscriptores un interés por el capital depositado que irá en función del precio del dinero que esté vigente en ese momento. En periodos de tipos altos la rentabilidad puede alcanzar hasta el 5 % o incluso más. Mientras que cuando son bajos se reduce considerablemente y pueden llegar a ser insignificantes con una tasa monetaria al 0 %.
Estos pagarés cuentan con vencimiento que puede ser de tan solo unos días a varios años. Donde a medida que crezca, aumentará la remuneración a los ahorradores. En este sentido es un modelo muy parecido a las imposiciones a plazo fijo, pero manteniendo algunas diferencias que son necesarias tener en cuenta. La primera de ella es que el cobro de sus intereses no se produce a su finalización como en los depósitos bancarios. Sino que por el contrario, tienen lugar en el momento de su suscripción. El interés que se va a generar se descuenta del capital invertido, al igual que sucede con las letras, bonos y obligaciones del estado.
Otra de sus divergencias es que el capital no permanece a salvo como pasa con otros productos de similares características. Es decir, no está asegurado por el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) ante la posible quiebra o desaparición del banco emisor. Este es uno de los motivos por lo que suscita tantos recelos y por tanto deben suscribirse por periodos no muy longevos.
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