Hace poco más de un año se hizo viral un vídeo de la diputada de Podemos Lorena González Guerrero en la que tachaba de escalofriante que en las escuelas de la región se difunda el contenido de Mi primer libro de economía, ahorro e inversión (Educación Financiera Básica). Lo bueno de aquella crítica es que a raíz de ella el libro se convirtió en uno de los más vendidos de Amazon.
Esa reacción de la diputada es bastante compartida por gran parte de la sociedad. Todo lo que rodea al dinero es malo, por tanto no hay que enseñarlo en la escuela. Eso podría ser cierto si la mayoría de los niños no fuesen a la escuela para aprender cosas que les servirá en un futuro para tener una profesión por la cual obtendrán… dinero. Nos guste o no el dinero es una de las herramientas más importantes con la que funciona nuestra sociedad y quizás la que más pueda condicionar nuestra calidad de vida.
La semana pasada El País publicó un interesante artículo sobre los afectados por el IRPH que nos muestra por qué es tan necesario enseñar conceptos financieros a los más pequeños.
Cárdenas, vigilante de seguridad de 41 años, tomó una hipoteca a 30 años en 2005. Desde entonces ha pagado una cuota mensual que variaba entre los 300 euros y los 600 euros a Caja Madrid (una de las cajas de ahorro que se integraron en la actual Bankia), por un modesto piso en Jaén, su ciudad natal. Se tasó en 90.000 euros y catorce años después aún debe al banco 70.000 euros. “Casi todo lo que he pagado son intereses”, señala.
“Se aprovecharon de que no tenía ni idea de finanzas. Yo no sabía lo que era el euríbor y mucho menos el IRPH. Nos fiamos de nuestro banco de toda la vida. Mis padres, que eran casi analfabetos, firmaron además como avalistas”, recuerda Cárdenas, a quien a los dos años se le mezcló el paro con los elevados tipos de interés. “No podía dejar de pagar porque embargaban a mis padres, así que tuve que irme a Madrid para trabajar”.
Y por aquí hace más de dos años comentamos las experiencias de un notario.
El deudor viste de chándal y entra comiéndose un gran bocadillo que lleva dentro de una bolsa de papel y se queda de pie, frente a mi mesa, dándole bocados. Le indico que sé que tiene prisa y que tiene que volver al trabajo, pero que se siente, que la lectura, explicación y firma de la escritura nos llevará unos minutos. “Ah, vale”, afirma sin mayor problema. Vista la actitud del sujeto yo mismo aspiro a que el mal trago de esta firma se pase lo más rápidamente posible.
Al terminar de explicarle el apoderado le dice al energúmeno “¿vale?” y este responde: “No sé, no he entendido nada”
Afortunadamente para nosotros, en caso de duda la justicia (muy lentamente) siempre está tirando a favor del consumidor y en contra de la banca. Y casos han habido muchos, preferentes, cláusulas suelo, IRPH…. casos que con una población culta no habrían pasado y nos habría ahorrado disgustos a todos.
Como bien decía Gordon Gekko en Wall Street “Un tonto y su dinero no están juntos mucho tiempo” y por ahí fuera andan todo el día buscando tontos.