Siempre es necesario ir a la raíz de un fenómeno para poder entenderlo, ahí radica la importancia no solo de conocer la Historia, también de saber interpretarla. Si queremos empezar por el principio debemos retroceder bastante lejos, hasta los comienzos de la Prehistoria, esas decenas de miles de años de los que desconocemos casi todo pero que han marcado para siempre al ser humano. No somos conscientes hasta qué punto. Por ejemplo, la ciencia dice que nos sentimos tan atraídos por los alimentos más calóricos (sí, la culpa de nuestro amor al bacon y al azúcar es de nuestros antepasados) porque durante todo ese periodo tan largo desconocíamos cuándo sería nuestra próxima comida y, lógicamente, nos llenábamos el estómago con lo que más energía nos podía proporcionar. Llevamos muy pocas generaciones dando por hecho que el alimento es algo asegurado, y ni siquiera hoy ocurre esto en todo el planeta.
Retrocedo tanto en el tiempo porque para entender nuestro sistema económico actual debemos viajar al momento en el que la propiedad privada nació. La igualdad total nunca ha existido, es un mito, como mucho un objetivo; cuando en el mundo animal se convive en grupo, los más fuertes, los más astutos, los más talentosos… disponen del mejor alimento y refugio, incluso de más posibilidades de reproducción lo que no deja de ser una forma de privilegio. Y en el momento en que por ejemplo un león enferma o envejece llega otro y le roba esos privilegios, en general con una demostración de fuerza. En los homínidos podemos intuir que el proceso fue similar aunque la inteligencia poco a poco fue desplazando a la fuerza física y un jefe de una tribu podía no ser el más fuerte sino el que mejor sabía utilizar la fuerza de los demás. Suponemos que esos hombres primitivos pertenecientes a grupos de nómadas que vivían de la recolección, empezaron a sentir algunos objetos como suyos como quizás una piedra especialmente afilada. Y en el momento en que nació el sedentarismo el proceso se aceleró porque el hombre disponía de algo que acumular.