Una historia clásica de Wall Street es la del turista que a principios del siglo pasado fue a visitar el distrito financiero de Nueva York. Cuando le mostraron el área de The Battery, el guía le enseñó con gran orgullo algunos yates descomunales atracados en los muelles de la ciudad. Y le fue enumerando los nombres de los banqueros y de los brokers propietarios de las naves. El visitante, ingenuo, le preguntó: “Muy bien, pero ¿dónde están los yates de los clientes de esta gente?”. La anécdota dio lugar a la publicación de un libro del mismo título.
A David Yermack de la Universidad de Nueva York y Crocker Liu de la de Arizona les ha dado por hacer una investigación similar, analizar las mansiones de los CEOs de las principales empresas y ver que relación hay entre su tamaño y el desempeño de las empresas que dirigen.
Quieren saber si la compra de una mansión es una señal de compromiso o por el contrario cobro. Un CEO que compra una mansión de 1.000 metros cuadrados podría estar mostrando su intención de quedarse a largo plazo y trabajar duro para pagarse la enorme hipoteca. En tal caso, uno esperaría que las acciones de esa compañía subiesen ya que su mayor directivo es el principal interesado en que eso ocurra.
Pero visto de otra manera, la compra de una mansión también podría indicar que su director general se está acomodando, que ha ganado tanto dinero que lo que le apetece es ir de vez en cuando a la empresa a aparentar un poco y dedicarse a descansar en el yacuzzi de su casa y a jugar al golf.
Usando registros de propiedad, bases de datos públicas y motores de búsqueda, Yermack y Liu pudieron identificar las principales residencias de 488 de los 500 CEOs del S&P 500. Estos tipos, y casi todos ellos, viven a lo grande. La residencia media de un CEO no era nada malo: 1.800 metros cuadaros, 12 habitaciones, una parcela de 2km cuadrados y un valor de mercado de 3 millones de euros. Las fotografías aéreas indican que las piscinas al aire libre, canchas de tenis, jardines y casas de huéspedes independientes o cuartos de servicio son características comunes de estas mansiones.
Con estos datos, analizaron el rendimiento de la cotización de las empresas llegando a una interesante conclusión que os resumo muy rápidamente.
El rendimiento futuro de la empresa se deteriora cuando los directores ejecutivos adquieren mansiones y propiedades extremadamente grandes o costosas. Por lo tanto, interpretamos las grandes adquisiciones de viviendas como señales de atrincheramiento del CEO
Además un buen número de directores ejecutivos venden las acciones -supuestamente para conseguir dinero para comprar una casa- justo antes de que sus acciones bajen.
Así que ya tenemos otro indicador adelantado, cuando el principal directivo de una empresa se compra un casoplón es hora de vender.