Primer paso: La incorrecta definición del problema
Las burbujas no salen de la nada… las burbujas se provocan a través de las autoridades monetarias conocidas como Bancos Centrales que promueven abaratar el precio del dinero independientemente de los riesgos vinculados. En España tuvimos la desgracia de tener una burbuja inmobiliaria porque el BCE promovió, al igual que la Reserva Federal, el entorno de tipos bajos después de los atentados del 11-S por el gran pánico que se generó. Al hacer el acceso al dinero más barato se incentivó una financiación a perseguir mayores retornos y en aquellos momentos el ladrillo era percibido como un activo de un gran retorno.
El Estado percibió ese escenario como un escenario absolutamente normal y los ingresos procedentes del sector de la construcción fueron a financiar el gasto corriente por lo que el gasto público fue aumentando día tras día. Imaginemos que de repente ingresamos 10.000 euros cada mes, para el común de los mortales sería un ingreso extraordinario por lo que no alteraríamos nuestro gasto del mes o si lo alteramos, sería con el rendimiento obtenido después de invertir esos importes. Pues el error de definición de ese tipo de ingresos nos llevó a gastar en esos aeropuertos fantásticos que generan pérdidas, esas carreteras que no circulan coches, más funcionarios, un sin fin de infraestructuras de dudosa utilidad y subvenciones a diestro y siniestro porque calificamos esos ingresos burbujísticos como ordinarios y no como ingresos extraordinarios. Es más, pasados varios años muchos aún creen que el problema es un problema de ingresos y no de gastos.
Segundo paso: No identificamos la crisis y segimos cavando el hoyo
Después del pinchazo, se empezaron a lanzar mensajes como que teníamos el mejor sistema financiero del mundo, que era una desaceleración económica, o que el el superávit público que habíamos conseguido con la burbuja nos daba estabilidad para actuar. Pues bien, cada uno de los mensajes anteriores resultó ser absolutamente desacertado. La actuación del gobierno fue gastar más en lo que fuera… un error que nos llevó a ir aumentando progresivamente nuestra deuda pública junto a nuestro gasto público. En el siguiente gráfico queda muy bien reflejado como a partir de 2007 los ingresos de la burbuja se fueron pero el gasto siguió avanzando hasta los 480.000 millones de euros, dejando un gap con los ingresos públicos de alrededor de 100.000 millones de euros en los años 2009, 2010, 2011 y 2012… A partir de 2013 ese diferencial presupuestario se fue reduciendo pero no se eliminó. Nuestra administración en el punto máximo de la burbuja de 2007 llegó a recaudar más de 430.000 millones de euros, unos ingresos que no volverán o tardaremos muchos años en volver a ver.