Hasta 1917 en los EUA cada vez que el estado quería endeudarse debía pedir permiso al Congreso pero con el enorme gasto público que se originó por la participación del país en la I Guerra Mundial decidieron cambiar el sistema. Implantaron un techo de deuda que se concretó en 1939 con una cifra total: sólo se podría superar esa cifra con la aprobación de las dos cámaras y mientras se llegaba a ese nivel el gobierno de turno era libre de endeudarse.
Ese tope incluye cualquier deuda de la Administración, desde la emisión de bonos a los programas de sanidad públicos pasando por las pensiones por lo que elevarlo se antoja imprescindible no sólo para que el país no caiga en la bancarrota con sus deudores sino incluso para el funcionamiento interno del país ya que los EUA, como la mayoría de estados, sobreviven gracias al endeudamiento puesto que utilizan ingresos que esperan obtener en el futuro para costear los gastos presentes. Por este motivo el Congreso ha aprobado siempre las peticiones para elevar el límite de deuda que le hacía el gobierno, algo que casi cada presidente desde 1960 ha vivido al menos una vez:
La última vez que se alcanzó hubo un acuerdo de última hora a finales del año pasado que se ratificó enenero hasta mayo pero que por diversas dilaciones y ajustes no va a volverse a traspasar hasta mediados de octubre por lo que se hace necesario otro acuerdo estos días para ampliar una vez más el techo de deuda ya que la alternativa es el fiscal Cliff -o abismo fiscal- de consecuencias imprevisibles.
Ante esta tesitura hay diversas opiniones que van desde la eliminación de dicho techo -lo cual parece tendría sentido puesto que aparentemente nunca ha servido para nada- hasta la idea de P. Krugman de utilizar una argucia legal: ya que el Tesoro tiene potestad para emitir monedas conmemorativas de curso legal, propone que emita un billete de un trillón de $ (sí, como el del episodio de los Simpsons) –un billón europeo- que resolvería el problema. Difícil de cuantificar la pérdida de credibilidad que supondría una maniobra tan arriesgada y en cuanto a la eliminación del techo de deuda, sería imposible sin el voto favorable de los republicanos que no creo estén por la labor pero es que además la existencia del techo sí que ha servido para algo: periódicamente tanto políticos como ciudadanos son conscientes de los peligros de la deuda y aunque aquellos sean tan irresponsables de no reducirla, creo es importante que al menos se hable de ello.
Personalmente, entiendo que la negociación por elevar de nuevo el techo de deuda pueda poner nerviosos a los inversores ya que la mayor corrección –como podemos ver en el siguiente gráfico- de la actual tendencia alcista bursátil del S&P500, ocurrió en 2011 en la anterior discusión sobre este tema (que llevó a que 1 agencia de ráting rebajara de su AAA a los EUA) y también influyó en la caída de finales de 2012:
Pero es muy improbable que no se llegue a un acuerdo en cuya gestación habrá amenazas y si bien al final seguro supone algún recorte del gasto público que podría afectar negativamente al PIB, no creo que por sí solo vaya a cambiar ni la tendencia bursátil ni la tendencia económica de la primera potencia mundial ya que los republicanos no se arriesgarán a provocar la debacle que supondría no apoyar el aumento. Eso sí,es una excusa excelente para reflexionar sobre el actual sistema global, construido sobre la deuda y absolutamente dependiente del crédito.
Una persona que pide una hipoteca confiando en que sus ingresos futuros podrán cubrir el capital más los intereses sabe que si todo va bien, acabado el plazo cancelará su deuda y a cambio será propietario de un sitio donde vivir que además lleva años disfrutando. Sin embargo, las Administraciones Públicas se endeudan no esperando pagar las deudas sino confiadas en que cuando llegue el vencimiento podrán volverse a endeudar y esa es la situación actual de medio mundo: con las nuevas emisiones se abonan los vencimientos de las antiguas y si de repente alguien cierra el grifo –como le pasó a Grecia- no sólo debe hacer una quita, además debe obtener nuevos créditos para seguir funcionando. Es un sistema kamikaze muy vulnerable a las crisis financieras.
Y sí, con ajustes, impuestos, inflación y altos crecimientos en época de bonanza se puede reducir la el ratio deuda/PIB (que no el volumen, eso raramente ocurre) como pasó en Reino Unido tras la II Guerra Mundial por ejemplo pero ahora la situación es mucho peor: los niveles de deuda pública son alarmantes en muchos más países, hay mucha más deuda privada que entonces, la demografía es muy diferente (con baja natalidad y la mujer ya incorporada al mercado laboral será muy difícil que una menguante población activa pueda pagar la deuda y a la vez mantener a una creciente población pasiva), ni los más optimistas prevén altos crecimientos sostenidos del PIB en un futuro cercano y la periodicidad de las crisis es tan corta y la salida de éstas tan lenta que no da tiempo a aprovechar esos supuestos “buenos años” para reducir deuda. La prueba la tenemos en los EUA cuyo PIB lleva creciendo desde mediados de 2009 y aún así –y a pesar de los bajos intereses que paga gracias en gran parte a la FED- no reduce su deuda pública. ¿No es hora de probar algo distinto?