La caverna de Platón, la vida es sueño o incluso The Matrix tienen una base común y es que nuestro mundo no es como lo vemos, bien porque sean sombras, sueños o una simulación informática. En estos casos siempre nos surge la pregunta ¿Queremos verlo como es de verdad o nos conformamos con la, a veces dulce, representación que vemos? ¿Te gustaría conocer la realidad pese a que sea dramática o disfrutar de la vida?
Personalmente, preferiría vivir permanentemente en un engaño si con eso mi vida fuese más feliz, desgraciadamente hay muchas veces que el despertador sonará tarde o temprano para sacarnos de los dulces sueños y mostrarnos que todo es mentira. Esto me temo ocurre ahora con casi todos los datos económicos que conocemos.
Todos los datos importantes están, de alguna manera, mal. Parte de ellos es correcta, otra parte la publican personas con un interés personal, y otra parte es mentira. Debemos enfrentarnos, a veces, a la dura realidad.
Empecemos con la información proporcionada por las empresas. Si la historia de las empresas que cotizan en bolsa nos dice algo, es que cualquier cosa que una empresa nos diga debe tratarse como una mentira. A veces es deliberadamente engañosa, a veces oculta la verdad, y a veces sólo te mienten a la cara. Si no me creen, entonces basta mencionar a algunos a los que pillaron: Enron y Lehman Bros vienen a la mente, pero la lista es larga. En España el más claro ejemplo lo tenemos que Bankia, que pasó en una semana de ganar 309 millones de euros a perder 2.979 millones. Por no hablar de contabilidades B y demás chanchullos.
Cada empresa e institución retuerce y distorsiona su información para lograr sus objetivos. Existe un amplio margen de maniobra dentro de la ley. Hace poco leí una entrevista a un auditor, que comentaba lo siguiente:
Así es como los auditores ven el mundo: en primer lugar piensan en sí mismos y en sus problemas de responsabilidad legal, si no está regulado por las normas y no es público, estás cubierto. En segundo lugar, piensa en sus clientes. El cliente les pide que hagan algo, y quieren complacerle. Y en tercer lugar, a mucha distancia, de vez en cuando se puede preguntar: ¿Qué pensaría de esto el inversor? Los inversores se sorprenderían si fueran conscientes de que así es como la parte que se supone que los protege ve el mundo.
Algunos datos son claramente más fiables que otros: todo lo que un director general diga no vale ni el papel en el que está escrito, mientras que las declaraciones de impuestos son probablemente más fiables (no porque nadie nunca mienta en su declaración de impuestos, sino porque las consecuencias de hacerlo son bastante altas, y hay al menos una posibilidad de ser procesado). Pero las pruebas son abrumadoras respecto a que los directivos de las empresas tienen un gran interés en retratar tan positiva la imagen de su empresa como puedan, y que ellos pueden y se apoyan en todo tipo de palancas para manipular los datos que se nos presentan.
Confiar en los datos que facilitan las empresas es como creer lo que Arabia Saudita informa acerca de sus reservas de petróleo, o lo que Corea del Norte informa acerca de las armas nucleares: podría ser cierto, pero es innegable que viene de alguien que tiene un interés personal en el resultado. La información de las empresas también supone el riesgo importante de que se pierda información: lo que dicen podría ser cierto, pero lo que elijen no decir es muy importante.
También resulta difícil creer los datos publicados por las organizaciones gubernamentales. Los gobiernos tienen un gran interés en persuadirnos de que el desempleo y la inflación son más bajos de lo que realmente son. Por ejemplo, recientemente nos dimos cuenta de que el gobierno de España manipula la inflación con el “efecto lunes”, todos los meses tenemos dudas razonables sobre los datos del paro, economía sumergida o cifras del déficit. Fuera de nuestras fronteras tenemos casos extremos como el del crecimiento de China, tanto que hasta el Jefe de estadísticas China advierte contra manipulación de datos de su propio gobierno.
Igualmente pertinentes son las revisiones. Los datos importantes son a menudo revisados. Las empresas modifican sus ganancias. Las cifras de PIB y de empleo se ajustan meses después. Si los datos se pueden revisar mucho tiempo después de que ocurran, no tiene mucho sentido basar las decisiones de inversión en la variable originalmente anunciada.
Cada vez me cuesta más creerme un dato que leo y no porque vea maldad por todas partes, incluso las personas honestas y bien intencionadas son seres humanos, y los humanos son susceptibles de convertir malas noticias por buenas y las mentiras por omisiones.