Con el rimbombante nombre de Sociedad de Gestión de Activos Procedentes del la Reestructuración Bancaria o Sareb, se nos ha colado a los ciudadanos otro engendro caro, ineficiente y, lo que es peor, cuyos objetivos no son los que nos han anunciado.
Que el mal llamado ‘banco malo‘ no es una entidad financiera, ya lo sabe casi todo el mundo interesado en lo que hacen los políticos,aconsejados por los banqueros, con nuestro dinero (todo la ciudadanía, si viviéramos en un país preocupado por lo que verdaderamente importa).
En teoría la Sareb es una gran inmobiliaria, que gestiona suelo, promociones terminadas y a medio terminar (o a medio derruir), y viviendas familiares, además de los préstamos hipotecarios asociados al ladrillo. Concretamente, 107.000 activos inmobiliarios, de los cuales 76.000 son viviendas vacías. En cuanto a los activos financieros, deudas que los ‘bancos listos’ han traspasado al ‘banco malo’, estamos hablando de 90.500 préstamos y créditos.
El 25 de julio tiene la osadía de anunciar que “intensifica su labor comercial con más de 1.800 inmuebles vendidos hasta julio”, añadiendo que “En el mercado minorista, Sareb seguirá trabajando con las cedentes en la comercialización de sus activos, aunque también pondrá en marcha vías alternativas para dinamizar las ventas, en colaboración con otros actores del mercado inmobiliario“.
Los cedentes son los bancos que han necesitado ayudas públicas, que se han liberado de la carga de los inmuebles peores (y su financiación), supuestamente a precios bajos, endosándolos a la Sareb, pero manteniendo de facto el poder sobre su venta. Simplificando, si quieres un piso del ‘banco malo’, acabarás teniendo que ir a una oficina de los bancos cedentes y tratando con sus empleados, cuyo interés y capacidad de hacer de comercial inmobiliario es el que es.
Vender “más de 1.800 inmuebles” en los cinco primero meses de actividad representa que, de seguir a este ritmo, al cabo de cinco años se habría desprendido de 21.600 inmuebles. Sin embargo, si atendemos a su plan de negocio para 2013-2027, que anuncia que se desprenderá de 45.000 viviendas, su ritmo de venta no alcanza ni la mitad de la intensidad anunciada. Y podría ser que el proceso de venta fuera aún más lento, ya que no sabemos de los 1.800 inmuebles, cuales son viviendas terminadas y cuales otro tipo de activo.
Además de ser una inmobiliaria que vende muy despacio, a la mitad de su ritmo anunciado, en muchos casos no tiene ni las llaves de los inmuebles, o tiene préstamos hipotecarios cuya garantía es la misma. Se compró de forma acelerada y sin los mínimos controles que cualquier empresa debería tener al adquirir activos de otra. En cuanto al precio de transferencia, es decir, el valor que se le dio a los activos liberados de la banca, está claramente hinchado. Este punto es importante. Se anunció que no se estaba ayudando a la banca, ya que se les compraba barato el ladrillo tóxico. Si se compra algo a buen precio, se puede vender más caro y, al final obtener rentabilidad (entre un 13 y un 14 % anual si nos fiamos de los que nos dice la propia Sareb). Mi sospecha y la de muchos otros, que día a día se está materializando, es que se les compró caro, para inyectar liquidez a cuenta del contribuyente. Por otra parte, con esta operación se hace el trabajo sucio a la banca sana o, más bien, menos enferma.
Pensemos que lo sano para la economía española sería que el ladrillo de los balances bancarios se vendiera a marchas forzadas, al precio de mercado, consiguiendo con esta operación sanear sus balances, a cambio de importantes pérdidas adicionales que, en un primer momento, debería asumir el Estado. Con esta drástica operación, de un plumazo tendríamos bancos verdaderamente preparados para hacer su función, canalizar el ahorro a la inversión y el consumo. Eso sí, con el coste para el contribuyente se cristalizaría de inmediato y, además, los gestores que hubieran hecho mal su trabajo responderían.
Sin embargo, pese a lo que se nos ha dicho, la Sareb ha comprado más caro de lo que marca el mercado y, además, no está por la labor de vender a ritmos forzados. Los accionistas con poder, la banca sana y alguna que otra aseguradora para poder decir que el accionariado es variado, han aportado 2.607,6 millones de euros, de un balance total de 50.449 millones de euros. Una aportación que si la analizamos en relación al dinero contante y sonante desembolsado, se convierte en 660 millones de euros privados. Con una simple regla de tres podemos comprobar el porcentaje que se han sacado los bancos privados sanos de su bolsillo: un 1,308% del total. ¿Y sabéis que porcentaje de la Sareb controla este capital privado? un 55%. Ponemos en billetes, en liquidez, menos de un 1,5% del balance y, a cambio, dominamos más del 50% de lo que haga la sociedad. Buen negocio, ¿verdad?
¿Y qué les interesa a los bancos privados sanos, accionistas mayoritarios del ‘banco malo’?
Podrían querer vender los inmuebles de la Sareb de forma rápida, a precio de mercado, obligándose ellos mismos a vender los inmuebles que tienen en sus balances particulares mucho más barato de lo que pretenden, incurriendo en las correspondientes pérdidas, o bien tratar de frenar la venta de las casas del banco malo. Esta segunda opción permite ganar tiempo a los bancos, que pueden tratar de vender primero sus inmuebles a un precio lo más alto posible, para después dignarse ala venta barata y de derribo de los inmuebles del banco malo. Esta estrategia les permite minimizar sus pérdidas y, después, incurrir en pérdidas del banco malo, si es necesario.
Una estrategia que tiene un claro perdedor: el Estado que garantiza el 92% del balance de la Sareb con bonos. Todos nosotros, en definitiva.
La banca sana gana, el contribuyente pierde. Eso sí, esta reestructuración bancaria es para que el bien del país. ¿Verdad?
Pau A. Monserrat, autor de ‘La banca culpable‘