Cuentan que en la Edad Media en Brujas se reunían los mercaderes de todo el mundo para negociar, lo hacían en la casa de la familia Van Der Börse, cuyo escudo con tres bolsas de plata lucía en la fachada. A la casa la llamaban De Bursa, que luego evolucionó hacia Beurs y finalmente Bourse (bolsa)
Podríamos decir que la bolsa nació en 1460, en Amberes, en donde se reunían mercaderes de distintas nacionalidades, quienes realizaban transacciones y cotizaban objetos de valor.
La famosa Wall Street , en Manhattan, abriga las oficinas de la Bolsa de Valores de Nueva York desde 1792. En 1802, se oficializó este mercado, en el cual se especulaba con acciones de algunas pocas compañías industriales y mineras que funcionaban como sociedades cuyo capital estaba repartido en acciones.
En plena Guerra de la Independencia José Bonaparte fue nombrado rey de España en 1808 por su hermano Napoleón. José I Bonaparte en 1809 tomó la decisión de instaurar la primera Bolsa de Comercio en Madrid que inició operaciones en 1831.
El resto de la historia más o menos la conocemos, unos se forran y otros se arruinan, crack por aquí, depresión por allá y diversas exhuberancias irracionales por todos lados que animan a los ciudadanos de a pie a jugar a un casino haciéndoles creer que son inversores.
Y fin.
El arte de la negociación ha muerto, la informatización de las operaciones ha creado un juego de suma cero, en el que programas de negociación de alta velocidad cada vez más complejos compiten para comprar y vender acciones en milisegundos por delante de los inversores ordinarios, y cada uno, por minúsculos beneficios que se acumulan en millones de operaciones. Es normal y tenía que llegar. Se ha acusado a la mecanización de la pérdida de puestos de trabajo en las fábricas y en las oficinas. Las mesas de operaciones ahora se pueden añadir a esa lista. Parece que el una vez poderoso agente de bolsa, en el que se basa gran parte de la mitología de Wall Street, empieza a parecer un anacronismo.
Aunque los beneficios generales del negocio en los principales bancos están cerca de los niveles más altos de la historia, los beneficios de la negociación con acciones han estado en sus niveles más bajos desde 2008, con una caída del 40 por ciento en los últimos cinco años. El recuento diario de las acciones compradas y vendidas también ha disminuido, cayendo un 5,3 por ciento desde la misma fecha del año pasado. Estas dos medidas están registrando el quinto año seguido de descenso. Como respuesta, los mayores bancos despidieron a un 14 por ciento de su personal vinculado a la negociación de acciones, con base en la caída de los ingresos y los excesivos costes.
La proliferación de las operaciones de alta velocidad incluso parece tener un efecto indeseado. Hace un año, la mayor empresa de operaciones de alta frecuencia reveló que sus beneficios habían caído un 90 por ciento respecto al ejercicio anterior. Dicha situación demuestra una tendencia continuada: a medida que los algoritmos informatizados siguen afianzando su posición dominante en el mercado, el volumen de operaciones paradójicamente disminuye junto con los beneficios de las operaciones. Según explica Felix Salmon de Reuters, los programas de operaciones de alta frecuencia han llegado a estar tan igualados que ni siquiera se ejecutan operaciones durante mucho tiempo, simplemente envían miles de órdenes de compra o venta y después se retractan instantáneamente cuando ven que no se puede obtener un beneficio de las operaciones potenciales. Aunque la proporción de operaciones realizadas ha disminuido, la proporción de órdenes sin realizar ha seguido creciendo.
Las operaciones de alta velocidad también han sido consideradas las responsables de algunos desastres famosos. La más famosa fue la «caída repentina» del 6 de mayo de 2010 (de la que hemos hablado por aquí varias veces), cuando el Dow Jones Industrial Average se hundió más de 600 puntos en cinco minutos, dando lugar a que mil billones de dólares de valor desaparecieran temporalmente antes de que se reconociera que la liquidación fue consecuencia de un mal funcionamiento y se revertiera. En este informe sobre lo ocurrido, la Commodity Futures Trading Commission (Comisión Reguladora de Operaciones de Futuros de Materias Primas) escribió, «los agentes de alta frecuencia operan de manera agresiva para cambiar los precios … y pueden aumentar la volatilidad de los mismos». Como respuesta a esta afirmación, y otras debacles similares, muchos inversores institucionales importantes sacaron su dinero de la bolsa, dejando a los fondos de inversión, fondos de pensiones, bancos, fondos de cobertura y empresas de operaciones de alta frecuencia negociando entre sí haciendo uso de esta tecnología.
Si los bancos de inversión se están convirtiendo en empresas tecnológicas, su función indirecta parece ser la automatización y restructuración de los mercados financieros que asignan capital en nuestro sistema económico. Por raro que resulte, el mayor problema al que se enfrentan sus operadores parece ser que son demasiado buenos. De hecho, los programas de operaciones informatizadas parecen ser tan buenos para buscar los mejores precios que cuando negocian entre ellos sus algoritmos les obligan a buscar un beneficio que a veces es imposible de obtener. Más o menos en la década desde que se introdujo la moderna negociación de algoritmos, parece ser que se ha creado en la bolsa algo que casi se acerca a la competencia perfecta.
Es lo que hace tener pesadillas a críticos como Joseph Saluzzi. «Los antiguos especialistas y creadores del mercado se han quedado sin trabajo, pero los dedicados a las operaciones de alta velocidad afirman “esto ya no me resulta rentable, ya no obtengo dinero de ello” ¿Quién va a llenar el vacío? Podrían simplemente marcharse. De eso trataba la caída repentina». Los temores de este tipo han hecho que los que critican a las operaciones de alta velocidad soliciten a Washington que tome medidas drásticas sobre esta práctica, y la Securities and Exchange Commission (Comisión del Mercado de Valores estadounidense) acaba de anunciar su intención de volver a regularla.
Si Jeffrey Wallis está en lo cierto, no obstante, y la automatización de los mercados financieros es inevitable, parece interesante considerar una aplicación de estas tecnologías más orientada al público. ¿Podrían modificarse los algoritmos de operaciones de alta velocidad para obtener resultados distintos basándose en un conjunto más amplio de variables? No resulta plausible imaginarse a las instituciones públicas y sin ánimo de lucro utilizando programas de operaciones automatizadas para asignarse capital entre sí. En la era de la fianza de impacto social y otros experimentos, las herramientas de gestión del riesgo del sector financiero pueden tener aplicaciones que apenas hemos empezado a explorar.
Si los mercados financieros van a mecanizarse y drenar los beneficios de la negociación, ¿no deberían tener un objetivo más útil que simplemente la inversión privada? Como ejercicio de pensamiento vale la pena imaginar si la tecnología existente podría utilizarse como punto de partida para una red electrónica de asignación de capital público. Es muy pronto para saberlo, pero las herramientas que hacen que los mercados digitales sean cada vez más eficientes podrían constituir una parte esencial de un futuro sistema financiero más moderno, complejo e igualitario.
Para terminar os dejo un documental de la noche temáticas sobre el Trading de Alta Frecuencia