En ciertos momentos históricos, como el actual de crisis financiera, uno puede poner en duda el valor del dinero y del sistema económico en general. Esto no es nuevo y ha ocurrido en muchas épocas y países desde la invención de la moneda. El otro día, un amigo mío (Ivan, te debo una de bravas) me envió un interesante extracto del libro “El Dinero” de John Kenneth Galbraith, en él se comenta el uso de los cigarrillos como dinero en la alemania de posguerra. Este es el interesante texto.
Como el marco se inutilizó en gran parte como medio de cambio en la Alemania de después de 1945, se empezó, como siempre, a usar sustitutos. Más concretamente, hubo un retorno a una de las monedas clásicas de antaño, a saber, el tabaco. Este podía tenerse ahora en una forma muy superior. En vez de la hoja que pasaba torpemente de mano en mano, o del a veces sospechoso certificado del almacén, estaba el recién acuñado y estandarizado cigarrillo. Era el equivalente, en todos los aspectos, de una moneda reputada. El cigarrillo suelto era una excelente calderilla y el paquete de veinte cigarrillos o el cartón de doscientos eran múltiplos adecuados para mayores transacciones. La forma decimal resultaba modificada, pero no hasta el punto de presentar dificultades matemáticas.
Pocas formas de dinero han sido más difíciles de falsificar. Y ninguna tuvo una tendencia tan grande a la autorregulación de su valor. Si el valor en cambio de los cigarrillos tendía a bajar, es decir, si la oferta era demasiado grande y el precio de los productos a cambiar por los cigarrillos era demasiado alto, el poseedor de esta moneda podía preferir fumársela a ponerla en circulación. Esto producía el efecto de reducir la oferta y sostener el valor. Hubo algunos abusos de los que recogían colillas y las «reciclaban» en nuevas monedas de menos valor. En 1946, en los lavabos de la oficina del general Lucius Clay y de otros altos funcionarios militares americanos había un rótulo en alemán: «No tiren colillas en los sumideros.» Un soldado, que había observado la diligencia con que eran buscadas éstas para el «reciclaje», añadió al pie del letrero esta explicación: «Se humedecen y son difíciles de fumar.» Sin embargo, esta moneda inferior podía reconocerse fácilmente y sólo era aceptada con un descuento adecuado. El instinto de los primeros colonos americanos, en el sentido de que el tabaco era un admirable medio de cambio, fue firmemente confirmado por la experiencia de los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial.
Como véis, este mercado secundario del dinero se regía por las mismas leyes que los mercados monetarios oficiales, con la omnipresente ley de la oferta y la demanda e incluso con modificaciones en el tipo de cambio debido a las variaciones de liquidez (si había muchos o pocos cigarrillos).
Buscando información sobre dicho libro curiosamente me encuentro con que otro otro amigo mío lo comenta en su blog, llegando a estas conclusiones sobre el dinero de las cuales os hago un resumen.
- Resulta evidente que la tarea de gobernar el dinero atrae a un nivel muy bajo de talentos.
- La incapacidad está protegida por el hecho de que casi nunca se achaca el fracaso a los responsables de él.
- Igual que en la diplomacia, un carácter conformista, un buen sastre y la capacidad de articular el tópico financiero de moda, ha contribuido más al éxito personal que una mentalidad excesivamente inquisitiva.
- En el gobierno del dinero, como en la dirección económica en general, el fracaso es con frecuencia una estrategia personal más remuneradora que el éxito.
- Debería haber en todas las cuestiones económicas y monetarias, una regla según la cual todo aquel que tenga que explicar su fracaso ha fracasado; debemos ser benevolentes con aquellos que han tenido una pobre actuación pero sin llegar al extremo de mantenerlos en sus cargos.
- Ninguna política económica que sólo ofrezca una alternativa entre la inflación y la depresión puede ser muy satisfactoria.
- Los que ansían la muerte del capitalismo deberían rezar para que éste fuese gobernado por hombres educados en la creencia de que toda acción positiva es enemiga de lo que llaman principios fundamentales de la libre empresa.
Interesantes tanto las conclusiones como la utilización de un bien tan peculiar como sustituto del dinero oficial. Es lo que pasa cuando pierdes completamente la confianza en el sistema monetario, especialmente en épocas de hiperinflación como ocurrió en Alemania después de la segunda guerra mundial o ahora mismo en Zimbabwe (que tiene una inflación del 231 millones por ciento anual).
Afortunadamente, por muy pesismistas que nos pongamos no estamos ni por asomo en una situación similar aunque no está de más conocer algo de historia económica.