Seguro que has visto muchas veces este texto pero nunca le has prestado la suficiente atención:
«Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Puede cambiar la configuración u obtener más información aquí».
En 2012 comenzó a funcionar la nueva normativa sobre cookies en Europa que obligaba a toda web corporativa o página que incluyese publicidad de algún tipo a incorporar avisos sobre el uso de las cookies. Es así como internet se ha empezado a llenar de avisos un tanto molestos al cargar una web en nuestro navegador ya sea en un ordenador o en un dispositivo móvil.
Muy bien, pero ¿qué (demonios) son las cookies?
Es un archivo creado por un sitio web para almacenar en el equipo del usuario información sobre el mismo, como por ejemplo configuración, idioma, ubicación, patrones de navegación, etc.
¿Qué tipos de cookies existen?
Cookies técnicas: aquéllas que permiten al usuario la navegación a través de web y que permiten controlar el tráfico y la comunicación de datos, identificar la sesión, acceder a partes de acceso restringido, recordar los elementos que integran un pedido, realizar el proceso de compra de un pedido, etc. Muy usadas por las webs de comercio electrónico.
Cookies de personalización: hacen referencia al idioma, tipo de navegador, configuración regional, etc.
Cookies de terceros: es cuando una empresa paga por insertar sus cookies en otras web con fines estadísticos o publicitarios.
Cookies publicitarias o de publicidad comportamental: son las más importantes para las compañías, puesto que permiten la optimización el uso de los espacios publicitarios y de la información del comportamiento de los usuarios obtenida a través de la observación continuada de sus hábitos de navegación. El objetivo: desarrollar un perfil específico para mostrar publicidad en función del mismo.
¿Y para qué sirven las cookies?
Nuestras costumbres de navegación en la red van dejando miguitas de información y datos que son recogidas por las webs para optimizar la navegación (cada vez que entramos en una web no tenemos que clicar de nuevo nuestro idioma o nuestra ubicación porque una cookie ya ha almacenado esa información en nuestro dispositivo).
Pero el meollo de la cuestión es, por supuesto, afinar las estrategias publicitarias, que de eso va internet, de vender.
Y es que el origen de las cookies, allá por mediados de los 90, está relacionado con el marketing. ¿Os acordáis de Netscape Navigator? Fue el navegador más habitual en buena parte de los 90, antes de la era Google. Una empresa solicitó a Netscape la creación de una tecnología que permitiese recargar los productos que los usuarios habían añadido al carrito de compra virtual, sin tener que almacenar esa información en el servidor de la empresa. Nacen las miguitas de las galletas.
¿Son las cookies otra fórmula para tenernos controlados?
Bueno, tampoco queremos ponernos en plan Fox Mulder (ahora que ha vuelto Expediente X). Las cookies forman parte de internet y debemos convivir con ellas. De hecho, estamos en la prehistoria de las cookies. En un futuro a medio plazo estos archivos serán mucho más inteligentes y monitorizarán nuestras actividades de forma mucho más efectiva (y probablemente intrusiva) para afinar las estrategias de marketing online.
¿Cómo y por qué borrar las cookies (de vez en cuando) de nuestros dispositivos?
Buena parte de los navegadores permiten una navegación privada sin que se instalen esta clase de archivos en nuestro ordenador. De todas formas, también podemos configurar las cookies accediendo al panel de control del navegador y, por supuesto, borrarlas todas. En el navegador Mozilla Firefox, por ejemplo, es muy sencillo.
Más allá de la (presunta) privacidad, borrar las cookies aumenta la fluidez de nuestros equipos, alivia el almacenamiento de memoria y contribuye a un menor gasto de batería.