La semana pasada vimos por aquí 10 reflexiones sobre el dinero y desde entonces no he parado de reflexionar sobre él, noche y día pensando sobre billetes y monedas, pero no de una manera frívola si no preocupado por todo lo que veo. ¿Por Bárcenas arriesga tanto por 45 millones de Euros en Suiza si seguramente con bastante menos, no le habrías pillado y seguiría viviendo a cuerpo de Rey? ¿Por qué existe esa ambición tan desmesurada por acumular riqueza?
El dinero sirve a distintas funciones esenciales, como medio de cambio, unidad contable y conservación de valor. El bienestar consiste en la capacidad de la gente para conseguir las cosas que quieren, en cubrir sus necesidades. Por tanto, la economía (y la política en general) debería ser un instrumento para conseguir maximizar el bienestar de los ciudadanos con los medios disponibles.
El problema es que muchas veces el dinero deja de ser el medio de cambio para convertirse en sí mismo el objeto de consumo, deja de ser la herramienta para conseguir un fin y pasa a ser el fin en sí. Esto trastoca algunos principios económicos básicos, porque hacen que el bienestar pase de la absoluta satisfacción de las preferencias personales a la satisfacción relativa de las preferencias sociales. En la economía normal, todo el mundo puede ganar, no es un juego de suma cero, se puede crear valor para todos. Pero en una economía real, la gente solo puede ganar si otros pierden, porque el éxito es relativo.
Como ya hemos visto muchas veces por aquí, el dinero tiene una utilidad marginal decreciente. Ganar 1000€ al mes te da más satisfación que ganar 500€, seguramente no llege al doble pero si es bastante más, por otro lado ganar 200.000€ al mes no genera en absoluto el doble de satisfación que ganar 100.000€. Esto es así porque deseamos y necesitamos unas cosas más que otras y llegado a un nivel de ingresos ya hemos satisfecho las realmente importantes (por ejemplo, primera vivienda), sentimos menos necesidad por conseguir las restantes y menos placer cuando las logramos.
Lamentablemente, en la economía real, la necesidad está en competir con los demás y muchas veces el bienestar no se obtiene de satisfacer las necesidades sino de la posición respecto al pelotón. La gente prefiere ser el más rico de los pobres que el más pobre de los ricos. Considerar el dinero como la medida de tu posición relativa, lleva una insaciable demanda del propio dinero, con independencia del valor económico real que este tenga y esto lleva a varios problemas.
1. El valor económico como desierto personal.
Centrarse en obtener riqueza personal hace que la gente desvíe su pensamiento sobre su contribución a la sociedad llegando a menosprecie las contribuciones de aquellos, como los que trabajan en investigación o sanidad, por el mero hecho de que ganan menos. Son las imperfecciones del mercado las que permiten que unos pocos afortunados cosechen altas rentas a costa de la productividad de otros.
2. La gente trabajará mucho más tiempo del necesario
Debido a que la gente no es un consumidor egoísta, sino cazadores de posición egoístas, no dejarán de trabajar en el momento en que puedan permitirse tener una vida acomodada. En cambio, trabajarán más tiempo si sus vecinos lo hacen. Esto es lo que nos ha llevado al estilo de vida tan estresante y frenético que tenemos.
3. La gente gastará el dinero en consumo evidente en lugar de gastarlo en cosas con las que disfruta de verdad
Gran parte de nuestro consumo se centre en cosas que los demás pueden ver. La utilidad real de estos productos es secundaria a su función como muestra de riqueza en sí misma. Las cosas que disfrutamos haciendo, como ir de vacaciones o pasar tiempo con amigos se descuidarán, a pesar de la supuesta mayor riqueza.
La vida destinada a generar dinero está comprometida con la compulsión, y la riqueza no es evidentemente el bien que estamos buscando, dado que únicamente es útil y sirve para obtener otra cosa. (Aristóteles, Ética a Nicómaco)
Para finalizar, la búsqueda del dinero por sí mismo, como analizó Aristóteles, es una auténtica locura moral. Es tan ridículo como que la gente utilice sus ingresos para medir su importancia en el mundo.