La competencia perfecta es un concepto microeconomía que describe una estructura de mercado controlada en su totalidad por las fuerzas del mercado. En un mercado perfectamente competitivo, todas las empresas venden productos y servicios idénticos, las empresas no pueden controlar los precios vigentes en el mercado, la cuota de mercado por empresa es pequeña, las empresas y los clientes tienen perfecto conocimiento de la industria, y no existen barreras a la entrada o salida en el sector en cuestión. Si alguna de estas condiciones no se cumplen, un mercado no es perfectamente competitivo.
Pero si un inversor anhela las rentabilidades extraordinarias por encima de todo, cuanto más se aleje la industria en cuestión de la definición de mercado competitivo mejor que mejor… Si ese mercado ineficiente es un monopolio o bien un oligopolio, formado por pocos ofertantes, es el escenario perfecto para el inversor centrado en el largo plazo. ¿Por qué? Imaginemos que nos encontramos en un sector que proporciona a sus accionistas un ROE del 15%, a no ser que existan intensas ineficiencias en el mercado, a largo plazo entrarán nuevos competidores que reducirán los elevados márgenes y por lo tanto el beneficio final. De este modo, a largo plazo se tenderá a que el ROE se iguale al coste de capital. Pues bien, los inversores quieren todo lo contrario… salvaguardar los márgenes y encontrar una ventaja competitiva que mantenga a flote el elevado ROE, poniendo la balanza a favor de la empresa dominante, en vez de sobrevivir ante la dura competencia de una industria competitiva. Es más, como Warren Buffet ha comentado: “Si el mercado fuera realmente eficiente, estaría pidiendo en la calle”.
Los sectores competitivos son todo un quebradero de cabeza para los inversores cuyos objetivos se centran en el largo plazo. Por ejemplo, un sector que tiende a no gustar a los inversores es el sector hotelero, ya que tiende a ser demasiado eficiente… El sector en sí, podríamos definirlo como un mercado en el que existen una amplia dispersión de hoteleras, hostales, pisos de alquiler que venden el mismo servicio (el alquiler de habitaciones) y el consumidor tiene una gran capacidad para discriminar una oferta de otra si, manteniendo la calidad, el precio es ligeramente inferior. Desde luego un mercado así es complicado obtener grandes rentabilidades en el largo plazo. De hecho, en España la hotelera Melía tiene un margen bruto del 15% y por debajo de 20% se tiende a considerar que la industria es realmente muy competitiva.
Los oligopolios son la piedra filosofal para todo inversor que se precie, sectores en los que la oferta tenga capacidad para fijar precios y por lo tanto aprovechar la ineficiencia del mercado para mantener el status quo o en otras palabras mantener a largo plazo beneficios crecientes. Si nos paramos a pensar en los productos que los ciudadanos consumimos diariamente, seguro que sus marcas están vinculadas directamente a multinacionales como Coca Cola, Pepsico, Kelloggs, Nestlé, Johnson & Johnson, P&G, Mars, Kraft, Unilever y General Mills.
Si entramos más al detalle, podemos buscar oligopolios más específicos como pueden ser por ejemplo el que forman las agencias de rating. De hecho, es un oligopolio más que interesante ya que a pesar de que la industria cuenta con más de 75 agencias de rating en el mundo, el mercado está controlado por tres grandes compañías que dominan aproximadamente el 90% del mercado por lo que su funcionamiento oligopolístico. Estas empresas son Moody’s, Ficth y Standard & Poor’s. Gracias a esta ineficiencia pura del mercado Moody’s es capaz de obtener un margen bruto del 73%, que es música para los oídos de todo inversor. De hecho, la ventaja competitiva que le ofrece la estructura oligopolística de la industria de las agencias de rating, le ha permitido a Moodys subir un 660% desde el año 2001, mientras que el índice bursátil S&P500 ha subido un 61%.