Hace poco vimos por aquí un artículo titulado “Como gestionar una crisis” en el cual vimos cómo arreglaron el incidente del “Tylenol” (envenenamiento de unos fármacos) gracias al buen trabajo de su Consejero Delegado James E. Burke, el cuál fue nombrado por la revista Fortune uno de los 10 mejores consejeros delegados de la historia. De estos 10 ilustres gestores, hoy quiero centrarme en 2, para que veamos cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo.
David Packard
En 1949, David Packard, de 37 años, asistió a una reunión de líderes empresariales. Se sintió incómodo mientras estos conversaban sobre cómo obtener más beneficios de sus empresas, y al final no pudo contenerse. «Una empresa tiene mayor responsabilidad que generar dinero para sus accionistas» «Tenemos una responsabilidad con nuestros trabajadores, debemos reconocer su dignidad como seres humanos», afirmó Packard, ensalzando su creencia de que aquellos que contribuían a crear riqueza tenían un derecho moral de compartir esa riqueza.
Para sus colegas, las ideas de Packard parecían peligrosas, como él mismo comentaba. «Era bastante evidente que creían firmemente que yo no era uno de los suyos, y que, obviamente, no estaba capacitado para dirigir una empresa importante».
Nunca quiso ser parte del club de los consejeros delegados, él pertenecía al club de Hewlett-Packard. En una época en la que los jefes trabajaban en enormes despachos cerrados, Packard estaba en un espacio abierto con sus ingenieros. Practicaba lo que se convertiría en la famosa «gestión paseándose».
Lo que diferenció a Packard, en otras palabras, es que no era una persona diferente. Su idea de diversión, según un colaborador, era quedar con amigos para instalar una alambrada de espinos en una parcela que tenía. A pesar de ser uno de los multimillonarios hecho a sí mismo de Silicon Valley, siguió viviendo en la pequeña y sencilla casa que construyó con su mujer en 1957. Y aunque donó (con Hewlett) a la Universidad de Stanford una cantidad enorme (más que la de los fundadores de la universidad), nunca permitió que apareciera su nombre en ninguno de sus edificios mientras vivió. Definiéndose a sí mismo como un hombre de HP primero y un consejero delegado después, Packard hizo más que demostrar humildad. Construyó una cultura única de gran dedicación que se convirtió en un arma competitiva feroz, dando lugar a 40 años seguidos de lucrativo crecimiento.