Es evidente que en la bolsa y en general en el precio de todos los activos financieros se descuentan hechos y expectativas, a veces relacionados con la economía, a veces con la estabilidad política, a veces con tensiones bélicas, a veces incluso con el estallido o permanencia de una unión monetaria… Las cotizaciones descuentan los miedos, las inquietudes, la avaricia, la euforia, la fe, la desconfianza… todo tipo de emociones humanas. El gran error que existe, a mi juicio, en muchas personas alentadas a su vez por analistas, articulistas y pseudo-gurús también equivocados, es creer que la bolsa es lista, que es un indicador adelantado correcto cuando no lo es. Y es fácil demostrarlo: el S&P500 marcó máximos históricos en octubre de 2007, año y medio después de iniciado el estallido de la burbuja inmobiliaria ¿Qué descontó subiendo tanto? Nada acertado, fue un error, como lo fue cotizar por debajo de 700 en marzo de 2009. Y lo mismo podemos decir de los 16 mil del Ibex de 2007 y los 6000 de 2012: lo que demuestran es irracionalidad y no inteligencia.
Por eso no debería alarmarnos que el Ibex esté tan flojo en 2013, no significa que la economía no vaya a mejorar, quizás simplemente corrige el enorme rebote que ha tenido desde hace 12 meses fiado a una acción de BCE que nunca se produjo. Las bolsas no sólo no descuentan correctamente lo que va a pasar en la economía demostrando que la ciencia profética no es una ciencia, tampoco se mueven al compás de la economía, nos empeñamos en encontrar paralelismos cuando muchas veces las subidas de la bolsa tienen más que ver con la liquidez barata y disponible que con las mejoras de los fundamentos de las cotizadas por lo que los bancos centrales son los grandes protagonistas. Un ejemplo cercano: Erradas o no, las expectativas sobre la economía española llevan mejorando al menos dos meses y en ese tiempo el Ibex ha marcado mínimos anuales obviándolas pero fue hablar Draghi de posibles rebajas de tipos y dispararse un 3%, algo que no hizo ni con los datos del paro ni con los ISM que salieron mejor de lo esperado.
Seguir insistiendo en que si baja el paro subirá la bolsa (como por ejemplo hace uno aquí un mes antes de los mínimos anuales del Ibex) o en que si baja la bolsa es que no bajará el paro, es relacionar conceptos que demasiadas veces son divergentes y como vimos el viernes pasado, un buen dato de creación de empleo en los EUA fue recibido con ventas porque ahora pesa más en los inversores el miedo a la retirada de ayudas de la FED que las mejoras en la economía como ya comentamos hace 7 días. Esto no es nuevo, está muy estudiado, el mercado no es eficiente y si buscas correlaciones no tienen por qué ser con la economía. Quizás el caso más famoso fue el del profesor David Leinweber que se dedicó a estudiar la base de datos de la ONU y descubrió que la producción de mantequilla de Bangladesh tenía una correlación del 99% con los movimientos del S&P500 de 1983 a 1993. A ver qué explicación encontrar a eso. El resultado de la SuperBowl o la nacionalidad de la chica de portada del Sports Illustrated se han utilizado también como indicadores relacionados con la bolsa así como los días de sol y lluvia, las fases lunares o más recientemente las veces que una acción aparece en los comentarios de twitter: buscando buscando siempre se pueden encontrar coincidencias y confundir casualidades con causalidades.
Y hay pautas más “lógicas” que nada tienen que ver con la economía real y que funcionan como la que he comentado tantas veces de comprar el último día de mes y vender el primero o el propio análisis técnico. Es muy humano buscar un por qué a todo e intentar encontrar una lógica a los movimientos del mercado y yo soy el primero que lo intento cada viernes aquí. Pero si alguien fuera capaz de encontrársela a priori (no a posteriori), sería como el rey Midas, ganaría siempre. Por desgracia no es así, no hay nada seguro y estoy muy cansado de que a la gente se le siga vendiendo la moto de que meterse en algo tan arriesgado como la bolsa es algo accesible para todo el mundo tras gastarse unos € en un cursillo, comprando el libro de un pseudo-gurú o leyendo los artículos de mercados de la prensa salmón escritos por gente que, al igual que la mayoría de analistas, no sufren castigo por sus malos consejos.