Cuando pensamos en un país, automáticamente lo relacionamos con una bandera, un idioma y una moneda. Parece que una divisa es algo imprescindible para el funcionamiento de una nación, con su Banco Central a cargo de ella para controlar su economía. En esta crisis hemos señalado como culpables a los bancos y creo que sería justo culpabilizar también a los bancos centrales ya que fueron ellos quienes nos indujeron al crédito desmedido bajando los tipos de interés a unas tasas peligrosas.
Puestos a soñar en un mundo sin bancos, deberíamos incluir en esta utopía la desaparición de los bancos centrales ya que éstos además están gestionados por gente que ponen a dedo los políticos, como veis un doble peligro.
Para obtener un ejemplo del mundo real sobre cómo un sistema de política monetaria seleccionada por el mercado podría funcionar en ausencia de un banco central; uno no deben mirar al pasado ni a los libros de ciencia ficción, sino que el ejemplo existe y lo tenemos tan cerca como Andorra o la República de Panamá, dos países que han contado con entorno macroeconómico exitoso y estable
La ausencia de un banco central en Panamá ha creado un suministro de dinero completamente impulsado por el mercado. El Mercado de Panamá ha elegido al dólar estadounidense como su divisa (y estudia , también, la adopción del Euro). El país debe comprar y obtener sus dólares produciendo o exportando bienes o servicios reales; no puede crear el dinero del aire. De este modo, al menos el sistema es similar al viejo estándar del oro. La inflación anual durante los últimos 20 años ha sido de un promedio del 1%
La inflación de Panamá suele estar entre 1 y 3 puntos por debajo de la inflación de Estados Unidos y es el único país en América latina que no ha experimentado un crack económico o una crisis de divisa desde su independencia. Veamos la evolución de su PIB desde el año 1990. Como veis una economía muy próspera hasta la llegada de la pandemia.
Al igual que sucedía con la mayoría de los países en las Américas, la divisa de Panamá en el siglo XIX se basaba en el oro y la plata, con una variedad de monedas de plata y dividas basadas en oro en circulación. El Peso de plata era la divisa preferida; no obstante, el billete estadounidense también se había puesto parcialmente en circulación, debido al ferrocarril interoceánico, el primer ferrocarril en conectar el Atlántico al Pacífico, construido en 1855 por una empresa estadounidense. Panamá se independizó de España originalmente en el año 1826, pero se integró con Colombia; no obstante, al tratarse de un país muy pequeño, no pudo independizarse inmediatamente de Colombia, como fue el caso de Venezuela y Ecuador.
En 1903, el país se independizó, con el apoyo de Estados Unidos, por su interés en construir un Canal a través de Panamá. Los ciudadanos, desconfiados por el experimento de 1886 que forzó la circulación de billetes colombianos, decidieron incluir el artículo 114 en la constitución de 1904, que dice:
No habrá ninguna divisa forzada en circulación en la República. Por lo tanto, cualquier persona podrá rechazar cualquier billete que no le parezca fiable.
Con este artículo, cualquier divisa en circulación sería “de hecho” y conducida por el mercado. En 1904, el Gobierno de Panamá firmó un acuerdo monetario para permitir que el dólar estadounidense se convirtiese en la licitación legal. Al principio, los panameños no aceptaron el dólar; lo veían con desconfianza, y preferían utilizar su peso de plata. La ley de Gresham, sin embargo, sacó las monedas de plata de circulación.
En el año 1971 el gobierno aprobó una ley bancaria que permitía un sistema bancario muy abierto, sin ninguna agencia gubernamental de supervisión de la banca consolidada, y que confirmaba que no se deducirían impuestos de los intereses o transacciones generadas en el sistema financiero. El número de bancos aumentó de 23 en el año 1970 a 125 en 1983, siendo la mayoría de ellos bancos internacionales. La ley bancaria promovió el préstamo internacional, y, como Panamá tiene un sistema tributario territorial, los beneficios obtenidos de préstamos o transacciones realizados en el exterior están exentos de impuestos.
Esto, unido a la presencia de numerosos bancos extranjeros, permite la integración internacional del sistema. A diferencia de otros países Latinoamericanos, Panamá no tiene controles sobre el capital. Por lo tanto, cuando el capital internacional inunda el sistema, los bancos prestan el exceso de capital al exterior, evitando los tan comunes problemas, desequilibrios, burbujas, aumento de inflación, etc, a los que se enfrentan otros países cuando reciben altas entradas de capital.
La política fiscal tiene poca libertad de maniobra, ya que la tesorería no puede monetizar su déficit. Además, la política fiscal no incluye sobre el suministro de dinero; si el gobierno intenta aumentar el suministro de dinero durante un periodo de contracción obteniendo deuda en los mercados internacionales e inyectándolo en el sistema; los bancos compensan y sacan el dinero en exceso de circulación enviándolo al extranjero.
Los bancos no pueden coordinar la inflación debido a la alta competencia y al hecho de que (a diferencia incluso del sistema bancarios estadounidense previo a la Reserva Federal) no emiten billetes. Los pánicos y sobredemandas bancarias que fueron tan comunes en el sistema bancario estadounidense en el siglo XIX no sucedieron en Panamá, y los fallos bancarios no se expandieron a otros bancos. Varios bancos con problemas fueron comprados, antes de que surgiera la sobredemanda, por bancos más grandes, atraídos por los beneficios que se podían conseguir de obtener activos con descuento.
No hay seguro de depósito ni prestatario de última instancia, por lo que los bancos tienen que actuar de forma responsable. Cualquier préstamo malo será pagado por los accionistas, nadie rescatará a estos bancos si tienen problemas.
Tras varios años de acumulación de malas inversiones durante las épocas buenas, los bancos comienzan con la necesaria liquidación del mal crédito. Como no existe ningún banco central que pueda participar para proporcionar créditos baratos, la recesión comienza sin ninguna obstaculización de la política monetaria. Los bancos crean entonces la contracción necesaria obedeciendo a las fuerzas del mercado. Por lo general, las recesiones de Panamá crean deflación, lo que amortigua a los consumidores y facilita el proceso de recuperación reduciendo los costes empresariales.
El hecho de no tener una divisa forzada por el gobierno, no haber banco central y no haber una alta inflación está funcionando bastante bien en este pequeño país, al menos puramente en datos macroeconómicos. También es cierto que un país tan pequeño y peculiar no puede servir como regla general, más teniendo en cuenta la condición de “paraiso fiscal” que tiene Panamá y que ha contribuido a su prosperidad, no obstante me parece un interesante experimento del que aprender y cuestionarnos las virtudes de los bancos centrales.
Por último será interesante ver como salen de la crisis de la pandemia al no poder utilizar la herramienta que el resto de países ha usado, la impresora de dinero.