A todos nos encanta sentirnos seguros, saber que los cimientos de nuestra vida son lo más sólidos posibles pero estamos expuestos a factores impredecibles. Por ejemplo, dicen las estadísticas que cada 30 segundos muere una persona en el mundo en un accidente de coche, ¿Cuántos al despertarse esa mañana esperaban un final así? Lo mismo nos pasa con la economía: queremos estabilidad y queremos confiar en que no vamos a sufrir sustos periódicos que hagan temblar los cimientos del sistema financiero mundial y que amenacen nuestra calidad de vida. Y sin embargo ocurren, en España una persona con poco más de 50 años ha tenido la oportunidad de vivir una crisis casi cada 15 años: la de finales de los ´70, la de 1993 y la iniciada en 2008.
La primera se alargó muchos años y se mezclaron en ella muchos factores: inflaciones del 20%, inestabilidad política, atentados, mucha juventud cayendo en la droga, problemas sociales… la segunda personalmente la viví en una situación laboral buena pero fui consciente de su gravedad: el 25% de tasa de paro de 1993 era dramático y sin embargo duró poco y a partir de 1994 se mejoró a gran velocidad, tanto que en el 2000 la tasa de paro llegó al 10%. Ese 25% parecía algo irrepetible: empezamos el nuevo siglo y formábamos parte de la €zona, éramos AAA y si el paro no se reducía más era porque el país se llenaba de emigrantes al calor de nuestro gran crecimiento económico. Muchos españoles de 30 años nunca habían vivido una crisis hasta 2008 (porque la anterior la pasaron de niños) pero, probablemente, si llegan a viejos aún les quedarán por vivir varias más. La pregunta es obvia: ¿No hay alguna forma de evitarlo?