Todos los días acompaño el artículo del blog con una imagen relacionada con el tema tratado y, con diferencia, la que más se ha repetido es la de un chiringuito. De alguna manera, esta imagen es una reducción casi al absurdo de la actualidad diaria y la reducción al absurdo de España, es eso, un chiringuito.
Hace ya casi 3 años que Zapatero anunció una ambiciosa reforma en búsqueda de un nuevo modelo productivo y algo me huelo, que poco hemos avanzado desde entonces. Cierto es que no se trata de una tarea fácil ya que representa un cambio muy grande para un país, tanto de mentalidad, como de infraestructuras, legislación, formación e incluso cultura, pero estos cambios se han dado en otros países, basta con ver ahora cómo están China o Corea del Sur, aunque si hay uno que me parece de especial calado fue la revolución industrial de Inglaterra.
Hasta principios del siglo XVIII, la mayoría de la gente vivía de la tierra, como habían hecho innumerables generaciones, una existencia agrícola, definida por las cosechas y las estaciones, y regida por una pequeña élite política y social. Pero en los 150 años siguientes, se produjo una explosión sin precedentes de nuevas ideas y nuevas invenciones tecnológicas que dieron lugar a un país cada vez más industrial y urbanizado. Se trataba de la Revolución Industrial. Se construyeron miles de carreteras, ferrocarriles y canales. Aparecieron grandes ciudades y surgieron decenas de fábricas y molinos.
Esta transformación contribuyó a crear el mundo en el que vivimos hoy en día. Pero, ¿por qué tuvo lugar primero en Gran Bretaña?
Tanto la situación política, económica como intelectual contribuyeron. Pero en el corazón de la revolución se encontraba nuestro uso de la energía. El carbón fue el combustible que dio comienzo a la Revolución Industrial, y Gran Bretaña fue muy afortunada porque tenía mucho que podía ser extraído con mucha facilidad.
La madera había sido la principal fuente de energía en Gran Bretaña, utilizada como combustible en las casas y pequeños negocios.
Pero a medida que la población crecía, también lo hacía la demanda de madera. Como los bosques eran talados, la madera tenía que ser llevada más lejos para llegar a las ciudades. Era muy voluminosa y difícil de transportar, y, por ello resultaba cara.
El carbón era una forma de energía mucho más potente, proporcionando tres veces más energía que la madera.
Gran Bretaña contaba con una ventaja respecto a otros países europeos, porque sus minas estaban cerca del mar, de modo que los barcos podían transportar el carbón de manera económica al mercado más importante, Londres.
La demanda de carbón hizo que las minas fueran excavadas cada vez a mayores profundidades, aumentando con ello el riesgo de inundación.Para seguir explotandolas, fue necesario buscar la manera de bombear el agua fuera de las minas. Las bombas tiradas por caballos solo podían bombear agua de profundidades de unos 27 metros, limitando la cantidad de carbón que se podía extraer. En donde hay una limitación hay una oportunidad y fue Thomas Newcomen el que en 1972 inventó la máquina de vapor que hacía el trabajo de 20 caballos y bombeaba el agua de decenas de metros de profundidad bajo el suelo, convirtiendo en económicamente viables a minas más profundas.
Su máquina quemaba toneladas de carbón, por lo que su ubicación estaba limitada a bocaminas donde el carbón era literalmente gratuito. Pero Gran Bretaña parecía tener entonces inagotables cantidades de energía barata.
Clima intelectual
Newcomen y otros inventores se beneficiaron del clima intelectual. Durante los anteriores 100 años, una cascada de descubrimientos científicos se produjo por todo el país. Tuvo lugar un fecundo intercambio de ideas científicas y tecnológicas. Y Gran Bretaña, a diferencia de muchos países europeos, no sufrió la censura de la Iglesia o el estado.
Junto a los nuevos descubrimientos, había un creciente movimiento de personas que buscaban aplicaciones prácticas para estos.
Los hombres de acción y los hombres de ideas, industriales y científicos, con frecuencia de orígenes muy distintos, se reunían para compartir sus ideas y observaciones, en lo que se denominó la Ilustración Industrial. Desataron una ola de libertad de pensamiento y creatividad.
Matthew Boulton era propietario de obras de ingeniería en Birmingham. Él y James Watt, un científico escocés autodidacta, empezaron a fabricar motores de vapor más eficientes.
Boulton & Watt se convirtió en la empresa de ingeniería más importante del país, satisfaciendo una demanda considerable. Inicialmente, esta provenía de propietarios de minas de Cornualles, pero se extendió al papel, molinos de harina, algodón y de hierro, así como a destilerías, canales y acueductos.
Eric Svedenstierna, un destacado funcionario de la Oficina Sueca de Hierro, publicó en 1803 su impresión de que los motores de vapor «son tan comunes y numerosos en Inglaterra como el agua y los molinos en nuestro país».
Liberalismo político
En el siglo XVIII, el parlamento británico había ganado mucha mayor independencia de su monarca que cualquier otra gran potencia europea. Las prácticas liberales y los valores desarrollados en consecuencia, en particular, un modesto papel del Estado en la actividad económica, resultaron de especial relevancia para el crecimiento.
El Parlamento aprobó leyes y controló el gasto. Esto contribuyó a asegurar la estabilidad política y alentó la búsqueda de avances científicos, al tiempo que las personas creaban empresas y trataban de obtener beneficios.
De Francia, por el contrario, surgieron algunas de las mejores mentes científicas, pero tenía una monarquía absoluta que ejercía un gran control sobre la vida económica y política.
Potencia naval
La estabilidad política se sustentaba en la creciente posición de Gran Bretaña como una potencia mundial. En 1815, Gran Bretaña era el imperio más poderoso del mundo. El comercio del imperio fue la fuente de los fondos para la Revolución Industrial y la armada de Gran Bretaña jugó un papel fundamental en la consolidación de la misma.
El espíritu empresarial está en el centro del éxito económico en las colonias. Los comerciantes podrían invertir dinero y sacar provecho. Hubo un considerable coste humano de este comercio libre sin embargo, que permitió a los propietarios comprar un gran número de esclavos, transportados desde África. Fueron tratados como un recurso natural para ser utilizados y explotados en la búsqueda del máximo beneficio.
Pero la Revolución Industrial y la riqueza enorme que generó fueron imparables. Se inició una revolución en Gran Bretaña, y alimentada por carbón cambió el mundo para siempre.
Así que ahora, llega la gran pregunta. ¿Existen en España los ingredientes necesarios para un cambio de este tipo? ¿Estamos condenados a ser un país de hotel y playa?