Tecnología
«Todos mis amigos ya lo tienen, mamá» o «cómpramelo y así siempre sabrás dónde estoy». Los niños manejan el chantaje emocional sin el pudor de un adulto y son capaces hasta de llamarnos «guapos» con tal de conseguir sus objetivos. Y, nosotros, los padres, nos dejamos engatusar: no queremos perder tiempo discutiendo (¿educando?) porque tenemos muchos mensajes de Twitter sin leer…
¿Cómo unos padres adictos a la tecnología pueden gestionar racionalmente el uso de la misma entre sus hijos pequeños? Es la pregunta del millón y no tiene fácil respuesta. «Los niños consideran interesante aquello a lo que sus padres prestan atención», advierte Adam Alter, profesor de psicología de la Universidad de Nueva York y experto en la materia.
Un 75% de los niños de 12 años tienen un teléfono móvil. Así lo recoge un estudio del Instituto Nacional de Estadística del año precedente. Si nos vamos a los niños de 10 años tenemos que uno de cuatro ya tiene su smartphone, mientras que la estadística es del 94% entre los chavales de 14 años. ¿Excesivo o a tono con los tiempos que corren?
«Un móvil que sólo se conecta a Internet vía WiFi o que no puede hacer descargas sin la autorización de los adultos puede resultar una vía de autonomía digital progresiva en positivo», dice, por su parte, María Zabala, experta en tecnología y educación. Es otro de los mantras de los defensores de la temprana introducción de la tecnología entre los jóvenes: «los niños deben aprender a usar la tecnología cuanto antes porque si no pueden quedarse rezagados». Adam Adler responde: «esos dispositivos están tan bien hechos que te lleva cinco minutos aprender a usarlos, le das una tablet o un smartphone a un niño de un año y ya sabe usarlo de forma básica».
Si hace unas décadas tener un título universitario era lo más para los padres («Antoñito es ingeniero»), porque suponía, a menudo, una ventaja para asegurarse un trabajo, en la actualidad los padres lo tienen claro: «idiomas y tecnología». El primer aspecto queda cubierto con las academias que reciben a los niños desde que tienen ¡un año! (hay una en cada esquina), mientras que la tecnología se cubre entre el propio hogar y los colegios que tratan de incorporar la misma a su funcionamiento cotidiano, en un intento desesperado por atraer la atención de un alumnado que solo piensa ya en pantallas.
Salvar a las generaciones futuras, ¿prohibiendo el móvil?
Y en este contexto, las instituciones educativas francesas deciden prohibir los móviles en los colegios e institutos. Se busca con ello «desintoxicar» a los más jóvenes de un uso, a menudo, inadecuado de la tecnología y tratar de minimizar la hiperestimulación que viven niños y adolescentes para lograr un entorno más centrado para su educación. Para los chavales, probablemente, el acudir al insti sin móvil será como si les pintasen de gris los uniformes.
Entonces, ¿la solución para nuestras casas es «hacer un francés»? Por supuesto, una cosa es el contexto educativo, en el cual los móviles se han convertido en una pesadilla para profesores (y alumnos), y otra el hogar. A estas alturas ya hemos aprendido que «prohibir sin razonar» no conduce a nada bueno. Por lo tanto, los padres deben acudir al término estrella de los libros de autoayuda: la moderación.
El uso moderado y progresivo del móvil entre los niños es la solución ideal para esta controversia. O eso, «prohibir el móvil hasta los 18 años y que se lo compren con su propio dinero: esa es la única forma de salvar a las generaciones más jóvenes», como opina un internauta radical. Recordemos que Steve Jobs no permitía que sus hijos se acercaran al iPad: ¿actuaba correctamente el «padre de la tecnología del siglo XXI»?