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Muy sencillo. Supondría un cataclismo para tus relaciones sociales. La condescendencia y el buenrollismo desaparecerían de tu perfil. Y olvídate de tu ego. Sería destrozado por hordas de trolls que hasta ese día iban disfrazados de amigos. No eres ni tan guapo, ni tan listo.
El botón de “no me gusta” pasaría a ser una especie de botón tipo “peineta” como el que acompaña este texto. Tus patéticas fotos de pies en una playa, o sujetando la torre de Pisa con las manos deberían ser eliminadas de tu perfil. A la mayor parte de tus contactos les hierve la sangre cada vez que pones una foto de un viaje. Así te enterarías.
Descubrirías, también, que tus amigos saben que tus sesudas apostillas políticas están todas copiadas de Twitter y la Sexta Noche. Ninguno de tus incendiarios mensajes nocturnos es original. Ya no colaría.
Te olvidarías de tu proyecto de estudiar un módulo de peluquería o montar un negocio de comercio electrónico vendiendo abalorios. El 80% de tus contactos podría exponer claramente que te vas a la ruina.
Cuando subes un nuevo contenido y cosecha pocos “me gusta”, sueles consolarte con que los amigos están muy ocupados o a lo mejor no lo han visto. Mentira. No les gusta.
Como no les gusta los pinitos que haces con la guitarra, la demostración de tus dotes de baile, ni tu proyecto de novelucha de tres al cuarto.
El efecto del botón de “no me gusta” provocaría una reacción en cadena. Comenzaríamos a suprimir amigos, hasta quedarnos con 4 ó 5: la madre, la novia, el perfil del gato, un despistado y un gay.
Ya no tendría sentido dedicar tanto tiempo a Facebook y Mark Zuckerberg añadiría a la desesperada un tercer botón: “no me gusta, pero sin acritud, que no corra la sangre”.
Y qué decir del efecto en las empresas y la publicidad. La mitad de las cientos de miles de start-ups creadas en la última media hora tendrían que echar el cierre antes siquiera de soñar con que Facebook las compre.
Las empresas más asentadas también sufrirían lo suyo. El personal se vería reducido para dar cabida a legiones de community managers que llegarían a la compañía para controlar el vendaval de “no me gusta”.
¿Realmente hay tanto peligro con un botón de “no me gusta” en Facebook?
Para Zuckerberg y compañía, sí. Estos días todos hemos salivado bien con la posibilidad de que la red social más popular del mundo incluyese el deseado botón. Pero nuestro gozo se ha ido a un pozo cuando responsables de Facebook han aclarado que no tendrá la función que estábamos deseando:
“No queremos convertir Facebook en un foro en el que la gente pueda votar a favor o en contra de las actualizaciones de los demás. Esto no ayudaría a construir la clase de comunidad que queremos crear. No quieres pasar por el proceso de compartir un momento que ha sido importante para ti en tu día y luego ver cómo alguien le da votos negativos”.
Y es que en internet ocurre un milagro si se nos ofrecen los instrumentos adecuados: nos volvemos todos más inteligentes, analíticos y honestos. Facebook no quiere nada de eso. Teme una III Guerra Mundial. O lo que es peor, que la gente abandone en masa esta red social.